Como siempre.

Es que estoy enamorado de ese coche. 

De tener que abrazarlo fuerte porque no tiene dirección asistida.
De tener que achucharlo bien porque hace frío, bendita excusa.
De qué se le empañen los cristales cada vez que nos queremos.
Y de que le quede tan bien el rojo. 

De que solo yo sepa hacerle rugir porque los demás dicen que no tiene fuerza, qué estúpidos.
De que resople a cada minuto.
De que me ponga a 100, solo con rozarlo.
De que me corte hasta el oxígeno cuando me despido de él.
De que sea tan pequeño, y de que represente tanto.
De que se le manche el morro de McFlurry.
Me enamoré hasta de sus tacones. No tenía, ni le hacían falta.

Aunque ya no sé si hablo de mi viejo Ford Escort o de ti, como siempre.