La que me volvió loco. (Rees)

Andando por la calle, mis pasos quien decidían. El eco del silencio, la única melodía que me acompañaba, aparte de mi cigarro. Los pies llenos de barro, puf, que frío que hacía. Buscando refugio recuerdo entrar en el pub, pedir un baso de whisky pa' tener con quien hablar. La puerta se abre y trae más sombras errantes, una diosa delante, su brisa fue mi huracán. El impacto inicial no se pudo mejorar, mis ojos fueron presos de su manera de andar, algo sobrenatural, no te lo puedo explicar, su firma marcaba el aire y eclipsaba lo demás. Mis latidos a doscientos, mi mirada en su cadera. ¿Voy y me presento? ¿Está sola? ¿A quién espera? Bebía de su gin-tonic con tanta delicadeza, mientras miraba el móvil se apoyaba en su cabeza. Se cruzaron las pupilas, fue puro magnetismo, aquel iris irradiaba fuego, magia y erotismo. No he vuelto a ser el mismo, después de aquellos ojos y el revuelo de su pelo, me llegó como un seísmo. Cogió aquella copa se fue directa a bailar y aunque llevara tacones ella parecía flotar. Una tormenta eléctrica, la musa de la métrica, crema de chocolate para mi alma diabética. Me quedé observando, era la aguja del pajar, la mismísima Afrodita, Wendy para Peter Pan, cura de mis labios rotos, la que me volvió loco, en la noche era la estrella que no cesa de brillar.

Nombre no le haría justicia así que no le pregunté, me puse delante de ella, nos rozamos piel con piel, intenté seguir su ritmo pero paré y la miré, como pidiendo disculpas por lo torpe de mi pies. Su sonrisa fue el motivo de que escriba esta canción, mirada negro azabache que derroche de belleza. Me acarició la cara y se alejó caminando, desde entonces tengo un parche donde estaba la cabeza. Se perdió entre la gente, como verso en la poesía, como mi alma en aquel baile, como el sol después del día. Hoy, como cada noche, escribo desde aquel pub, su gin-tonic en la mano, esperando verla entrar.

Otro día que despierto entre sábanas y almohadas, la alarma me taladra y me ladran desde el WhatsApp.
- Aaah! Tío, ¿qué pasa?
- Llegas tarde al curro
Me levanto sorprendido, se avecina el fin del mundo. Quiero espabilarme y me sacudo bien la cara.
- Despiértate Rubén - el tiempo se me acaba.
Me visto y desayuno, cojo llaves y cartera, espero el ascensor y esa espera desespera. Llego y me adentro, nueve pisos por debajo, comienzo a descender - Mierda, se ha parado -  Como reina de los cielos, su figura entra en escena, la puedo distinguir entre legañas, es ella. En el séptimo de los cielos, allí mismo cara a cara.
 -Buenos días - Me saluda y el tiempo solo se para. Tartamudeo, a penas sé bien qué decir, hermosa, preciosa, es perfecta para mi. Menuda situación a centímetros de ella, los pisos pasan lentos y el aliento se congela. Sus labios son tan finos, su pelo desteñido, sus manos me recuerdan el amor que no he tenido. Nos quedamos en silencio, la mirada cabizbaja, el orgullo por los suelos, ella sola me rebaja. Delicada porcelana, no me muevo por si acaso, parece tan frágil el amor que yo he buscado. Afortunado, ilusionado, no sé que sentir. ¿Le pregunto un qué tal o quizás se va a reír? Jamás había sentido tanto amor en un instante, la miro de reojo con perfección constante. Las constantes de mi cuerpo se aceleran y esto crea que todo gire a una idea y es ella. Que el último eslabón se aproxima, el mundo frena, no quiero que se baje sin decirle que me llena, que la miro cada día y que estoy enamorado, que sus sueños más profundos sean los que yo he soñado, que he viajado por estrellas y ninguna me ha saciado, que me de oportunidad de poder tener su mano, que la quiero y la deseo y ella no escucha mis versos, ella centra su atención en salvar ese momento, yo la observo, cojo aire, estoy dispuesto a lo que sea. ¿Pedirle una cita? Espera, frena.

Tantas cosas que mostrar y dudo en la manera. En ese mismo instante ella abre esa gran puerta, se despide y me sonríe y yo no sé ni lo que hago, guardo silencio el momento ha terminado.

Historias.

No te voy a negar que ahora mismo te querría aquí, a mi lado. Que tu cuello me hace falta y que en tus manos veía todo el abrigo que necesitaba. No lo niego porque mentirte después de todo, sería muy feo.
Te quise en mis cumbres, en mis días, en la cama, en mis labios. Te quise en todos lados menos lejos y justamente te fuiste ahí.
No dejaste que hiciera de ti un acorde perfecto dejándose sonar en un piano de madrugada estrellada. No te dejaste llevar, aún cuando te parecía bonito.
Lo que más pena me da de todo esto es la historia que siempre va a estar esperando a ser escrita. La pobre ha salido ilusa, como yo.

Aventuras.

Quiero a alguien que sepa ser billete de ida, pero nunca de vuelta, y que tenga destinos, paradas y andenes, aunque no sean los de enfrente. Quiero a alguien que tenga unas cuantas aventuras de sobra para mi, que me haga ser valiente y tachar todos los lugares que ya están aburridos de que no los visite. Y que haya besos de acompañamiento a cada cruce de fronteras. Y que hablemos de lo poco que nos gustan los límites y que jamás los pongamos. Que las maletas sean pequeñas para aprender que necesitamos menos pertenencias y más experiencias. Que las ganas de todo sean grandes, tanto, que no nos quepan y tengamos que gastarlas, pero que ni el Himalaya nos sacie y Australia nos parezca suficiente y acabemos en mitad de Argentina para coger rumbo a Islandia y quitar el frío en Malta. Y después quién sabe, si lo que más me gusta de todo esto es no saberlo, que yo tengo potencial de aventurero pero es que no me gusta eso de no ir de tu mano. Que mierda no encontrarnos.

Nunca será siempre. (Rayden)

Erase una vez la historia de un niño y una niña. El niño se llamaba Siempre y era una persona soñadora, aventurera, que creía que todo lo que veía no era todo lo que había en realidad y que había algún lugar donde las leyendas cobraban sentido. Por contra, estaba Nunca. Nunca era una persona pesimista, una persona realista, una persona que solo se fiaba de aquello que podía comprobar y constatar con sus propios ojos y que no se creía ni historias, ni cuentos. Entonces llego un día en que Siempre se acerco a Nunca y le dijo que su mayor sueño en la vida era viajar y llegar hasta el sol. Ella dijo "No podrás. Si saltas te vas a caer, o lo que es peor, si llegas te vas a quemar". Supongo que ella lo que intentaba era ser la cuerda de globo de los pájaros que tenía en la cabeza Siempre, pero tal era el peso de sus sueños y tantos pájaros tenía en la cabeza que  llegó un día en que todos a la vez emprendieron el vuelo y Siempre se perdió en mitad del cielo. Hay quien dice que llegó, otros que se cayó, incluso hay quien dice que cumplió su sueño, pero de todo esto que pasó Nunca nunca lo supo por que echó raíces en el suelo, y es que si siempre te dices nunca, nunca será siempre.

Tiempo.