Prográmame

Prográmame en Java, que así no me entiendo.
Eclipsa todo lo que te de la gana.

Ponte de clase, sin importar lo que haga falta, aunque sea lo más importante.

Inicialízame. Ponme cadenas. Hazme entero.

Reconstrúyeme.

Se metódica, pero no me pidas parámetros que ya sabes que se me da mal dar todo desde el principio.

Mientras, auxíliame, en lo que quieras. No me pongas condiciones, condicióname a 27 y no me digas cuando parar. Que se joda el bucle de la mala suerte.

Si quieres, y solo si quieres, me quiero.
Y si no. Te quiero, y no poco.

No hace falta que me devuelvas si no te valgo. Ya nos concatenaremos después, si es que nos pueden guardar en alguna variable.

Ya vendrá un buen programador y nos hará poesía,
si es que sabe.

Tú mientras, prográmame. 

Sonríe.

Sonríe.


Sí sí, justo así.


Sonríe, como si te fuera a doler dejar de hacerlo.
Sonríe, como si de ello dependiera la salvación del mundo. O mejor aún, del universo.
Sonríe, como si no te dieras cuenta de que te estoy mirando.
Sonríe, como si el mundo tuviera la culpa de esto, de tu sonrisa.
Sonríe, como si de verdad me quisieras.
Sonríe, como si fuera la primera vez que lo vas hacer.
Sonríe, como si se te diera de cine y esto fuera una escena de la última película de Alex de la Iglesia.
Sonríe, como si así estuvieras salvándole vida a alguien, o a ti misma.
Sonríe, como si de verdad quisieras hacerlo.

Pero sonríe, por favor, y no dejes de hacerlo nunca.

Como siempre.

Es que estoy enamorado de ese coche. 

De tener que abrazarlo fuerte porque no tiene dirección asistida.
De tener que achucharlo bien porque hace frío, bendita excusa.
De qué se le empañen los cristales cada vez que nos queremos.
Y de que le quede tan bien el rojo. 

De que solo yo sepa hacerle rugir porque los demás dicen que no tiene fuerza, qué estúpidos.
De que resople a cada minuto.
De que me ponga a 100, solo con rozarlo.
De que me corte hasta el oxígeno cuando me despido de él.
De que sea tan pequeño, y de que represente tanto.
De que se le manche el morro de McFlurry.
Me enamoré hasta de sus tacones. No tenía, ni le hacían falta.

Aunque ya no sé si hablo de mi viejo Ford Escort o de ti, como siempre.

Entre broma y broma: un te quiero asoma.

A veces usamos las bromas para poder mentir. Otras simplemente para asomar verdades.

Las usamos cuando nos hemos equivocado, o para enamorar a alguien.
Hacemos el ridículo con ellas, o nos salimos del plano. 

A veces, suenan a un abrazo, pero sin peros. Aunque no siempre sean de verdad.
E incluso tratamos de romper el hielo cuando ni si quiera hace frío.
Porque simplemente nos encanta escuchar orgasmos llenos de risas. 

Que duela tanto el pecho que parezca preocupante.
O que tan solo nos haga mirar a los ojos para entender que también significan te quiero.

Lo que está claro es que necesitamos bromas en nuestras vidas, si así sacamos nuestra mejor versión de nosotros mismos.