Contigo.

No sé hacer magia,
porque ni te echo polvos,
ni desaparezco.

Yo te hago el amor
y me quedo contigo.
Como tiene que ser,
porque es lo que quiero.

Y porque a ti
te quiero.

No te despiertes.

Pues si te digo la verdad
a mi me encanta el final,
de tu espalda.
Y el principio,
de tu pecho.
Quedarme en el medio
de tus piernas.
Pero estar siempre
entre tus dedos
es lo que me hace sentir diferente.

No voy a mentir,
me muero por hacerte entera.
Pero para eso
primero quiero deshacerte
desde el final de un comienzo
hasta el principio
de una despedida,
dejarte rota
y desnuda completamente.
Para poder salvarte
y llevarte a la cama.
No pienses que quiero acostarme,
solo quiero mirarte
mientras duermes.
Retirarte el pelo de la cara.
Y arroparte,
para que tu mejores pecados
queden tapados
y ni el mismísimo diablo
quiera llevarte con él.

Y no te despiertes,
por favor,
déjame mirarte
un rato más.
Que quiero hacer poesía
por los lunares de tu espalda
y compararla con la noche
y su luna.
Porque apuesto que si alguien te viese
con estos ojos,
la dejaría por una noche 
para irse contigo,
 a donde sea. 

Si me preguntas a donde 
quiero ir yo contigo,
 no lo sé, 
no importa el paradero 
si siempre acabamos igual. 
A estas alturas no puedo demostrarte más, 
tengo lo justo
y no lo necesario 
para hacerte reír, 
quizás si me meto en la cama contigo
lo consiga, 
pero no voy a planear nada, 
soy más de improvisar.

Fracaso.

Dime quien coño soy, quien he sido y seré el día de mañana. y ya que estamos si conseguiré quitarme solo estas legañas. Yo tan solo era un niño con una videoconsola entre las manos, que cuidaba de que su familia nunca estuviese sola, que apenas bajaba al parque por quedarse en casa soñando con una vida nueva. Pero todo cambió al crecer, no en altura, pero si en mentalidad. Y mira que lo pasé mal, por no jugar con mi padre, o por ir a trabajar con mi madre, aunque no siempre por propia voluntad. A veces el blanco eran mis fosas nasales, varios problemas en el colegio por peleas habituales y jugar a ser valiente. Me dijeron que dejase pasar el tiempo, que todo cambiaría, razón no faltaba, pero en sentido contrario. Seguir y proseguir, hasta que al reventar las ventanas de mi cabeza se viesen acojonadas y decidiese actuar contra un principio. Las llaves contra la pared, y mi garganta tratando de aguantar ese grito que jamás solté. Harto y cansado paré, miré por mi futuro y gané. Que si, que fui un fracaso, las rayadas tiraban de mi, por la mala racha que tuve y la mala hostia que contuve durante tanto tiempo, pero aprendí de las falsas promesas, que se hacían tensas y se rompían como un filamento de cristal, aprendí a no tirar la toalla si no se llega al final y que hay palabras peores que una cuchillada mortal. Y mírame, con una cruz en la espalda, sonriendo, y aunque sea difícil el andar no pienso parar, mirando de reojo hacia atrás.

Me gusta.

Ya sabes que a mi me gusta ella,
en la cama, desnuda,
comiéndome a besas
y mordiéndome el cuello.

Me gusta ella, cuando me pide unos minutos
para estar solos en un banco
y darme una sorpresa.

Me gusta ella, cuando me hace reír
y le contagio la peor de las enfermedades.

Me gusta ella, encima mio,
moviendo sus caderas
al ritmo de mi orgasmo.
Cuando se retira el pelo para que yo aproveche
y me lance a su cuello
y pueda bajar hasta sus pechos
y perderme en sus botones.

Me gusta ella, sin preocupaciones,
libre
y feliz
por cada rincón de Madrid.

Me gusta ella, cuando no echa de menos Logroño
por ser su ciudad,
sino porque su ciudad son mis manos
junto a las suyas.

Me gusta ella, cuando lee
y sigue leyendo cada libro
y aprovecha cada momento
para memorizar cada párrafo de la poesía.

Me gusta ella, cuando llora, por cada despedida,
pero más me gusta cuando corre,
hacia mis labios,
después de unas cuantas entradas.

Me gusta, cuando todo se detiene en ella,
y deja fluir gracias a ella.
Que sea mi musa y no mi presa.
La razón por la que escribo en presente
y no en pasado.

Me gusta ella, cuando me pide que me quede un rato más,
y alargamos cada milésima
con cada pellizco.

Me gusta, con cada desperfecto que suena a alago en sus oídos,
con cada "eres un enreda" entre las sábanas,
y con cada "te odio" seguido de un mono tapándose los ojos.

Jodido Madrid y jodidas sus calles,
que la tienen cuando quieren
y no cuando necesitan.