¿Y si nos vamos juntos?

No quiero alejarme de ti, pero me obligan a ello. Ese puñado de tierra me lleva a mal, padezco la enfermedad de la lujuria, pero cuando te siento, cuando te siento tan cerca, fuerte, mi mente se adormece y pierdo el control. Más bien dejo de existir, de ser yo y me convierto en lo que te gusta, en lo que tú más amas. Anoche mientras dormía no conseguí olvidarte, disfrutar de tan merecido placer. Te hacía una figura en mi imaginación, por la cual me hacía lo más feliz, cual niño con una pelota de fútbol. Otro momento fui un desgraciado, como cuando a ese niño le quitas la pelota para volver a casa. Tú te ibas, lejos, a esa tierra de la que provienes, mas allí no hacías otra cosa que divulgar mis palabras y aprovecharte de ellas en compañía.

No quiero alejarme de ti, pero hay un tiempo en el que no podemos hacer nada. un momento en el que nos sentimos pequeños, el que por querer dejamos de poder vernos y como castigo a ello, intentamos olvidarnos. Las discusiones empiezan a reinar en nuestra historia, olvidamos todo lo ocurrido, lo que hemos hecho por vernos y los miedos se apoderan de nuestro castillo, la mente. Pensamos en el engaño, en que hay un "topo" el cual chiva nuestra estrategia al enemigo y ataca desde dentro. Acobardados, cegados por la inocencia, lo creemos, dejamos atrás los sentimientos y nuestro rival, una tercera persona, se alza con el poder y acaba gobernando nuestro reino. Yo idiota elijo la peor opción y tú, cabizbaja, aceptas la derrota de olvidarnos.

Pero esta no es la historia. Si, nos vamos lejos, pero, ¿Y si nos vamos juntos? Seamos felices el uno con el otro.

Ayer te besé en los labios

Ayer te besé en los labios.  Te besé en los labios, densos, rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago, que un milagro, más.
El tiempo después de dártelo no lo quise para nada ya, para nada lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso; estoy solo con mis labios. Los pongo, no en tu boca, no, ya no
-¿a dónde se me ha escapado?-.
Los pongo en el beso que te di ayer, en las bocas juntas del beso que se besaron.
Y dura este beso más que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne ni una boca lo que beso, que se escapa, que me huye.
No. Te estoy besando más lejos.

Botones

Botones, vivimos rodeados de ellos, hacen nuestra vida más fácil. Algunos nos ayudan a cocinar, otros a dormir mejor, a sentir cerca a los que están lejos, a escoger, a guardar secretos, a subir, bajar, unir. ¿Pero todos los botones son iguales? No, no, yo conozco unos desde pequeño que son especiales. No me atrevo a decir que mágicos, pero si no lo son poco les falta. Me animan cuando estoy triste, me hacen reír, llorar, y aprender cosas que los mayores nunca sabrán. Desde mi cuarto he volado, he conducido coches alucinantes, he encontrado tesoros y hasta he viajado más allá de las estrellas. Me apenan los que no saben apreciarlos como yo aprecio cualquier libro de Dickens, aquellos que los critican y que piensan que por ser diferente están por debajo de la literatura, el cine o la música. Y si opinan así solo puede ser por dos motivos, porque nunca han viajado donde yo he estado o por que tienen miedo. Y entre el miedo y ellos solo existe un botón.

Espero curarme de ti

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero».
 
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
(Jaime Sabines)

Ojalá acabase bien

¿Cómo podría explicar el increíble modo por el que me siento atraído por ti? Necesito estar cerca de ti, de tu sonrisa, de la palidez de tu piel. Dios, me encanta la palidez de tu piel. Por si fuera poco, tu melena que tanto acostumbras a decorar con algún llamativo color, tus ojos caoba que se entrecerraban y se ven rodeados por alguna encantadora arruguita cada vez que te ríes o tus brazos entrelazados como serpientes cada vez que hablas conmigo. Llega la palidez de tu piel y termina de conquistarme. Y no sabes cuanto me odio, cuanto me odio porque sé casi al cien por cien que esto no acabará bien, porque nunca acaba bien. Me odio también por como me comporto ante ti, pero lo siento si a veces me quedo mirándote sin saber que decir, dejando tenso el ambiente, lo siento si me muevo constantemente buscando un escondite donde refugiar mi rumor. Lo siento si hago malo un chiste que me hace quedar de estúpido y tartamudear cuando converso contigo, pero no puedo evitarlo. Siempre que me hablas, siempre que te veo, cuando sé que puedo encontrarme contigo siento unas tremendas ganas de verte y a la vez un miedo terrible a que ahí aparezcas y yo no sepa soportar el peso de presencia sobre mis pupilas. Lo siento tanto por mi inseguridad, pero no lo siento por ti, supongo, lo siento por mi, porque siempre será así, porque no acabará bien, porque nunca acaba bien. Mi almohada no me entiende y yo tampoco a decir verdad. Por qué cuando casi no he hablado contigo siento que eres la chica perfecta.
 
No puedo dejar de pensar que me encantaría abrazarte, besarte, acompañarte cada día, quedarnos hasta las tantas jugando a la consola, y poco me importa que los videojuegos resulten poco poéticos o sentimentales, para mi lo serían, con ella, o viendo algún anime juntos, que sé que te encantan, y a mi, al igual que me encanta la "a" al final de tu nombre, y tú, me encantas tú.

A decir verdad, ¿por qué estoy tan asustado? Tal vez porque siempre que intento acercarme a ángeles como tú toco el infierno. No podría contar las cicatrices que tengo en mi aurícula derecha, si, justo ahí. El pasado me hace dudar tanto de mi, me hace ser tan estúpido, me aleja de ti, sin yo quererlo y no sabes como me duele. A lo mejor siempre fui así, a lo mejor estoy condenado a ser así, a no valorarme, a tener miedo, a ponerme nervioso, a tartamudear y a decirle a un extraño todo lo que no puedo decirte a ti, a soñar con imposibles y a fantasear con la palidez de tu piel, dios, me encanta la palidez de tu piel, pero nunca te lo diré, porque siempre seré así, porque sé que esto no acaba bien, porque nunca acaba. Bah, olvídalo, te amo, aunque tú a mi no y lo siento, por ti, por mi, por todo.

Si yo, tú

Si yo... tú.
Si caes... yo contigo
y nos levantaremos juntos
en esto unidos.

Si me pierdo... encuéntrame.
Si te pierdes... yo contigo
y juntos leeremos en las estrellas
cual es nuestro camino.
Y si no existe... lo inventaremos.

Si la distancia es el olvido
haré puentes con tus abrazos
pues lo que tú y yo hemos vivido
no son cadenas…
ni siquiera lazos:
es el sueño de cualquier amigo
es pintar un te quiero a trazos
y secarlo en nuestro regazo.

Si yo...tú.
Si dudo, me empujas
Si dudas, te entiendo
Si callo, escucha mi mirada
Si callas, leeré tus gestos.

Si me necesitas... silba
y construiré una escalera
hecha de tus últimos besos,
para robar a la luna una estrella
y ponerla en tu mesilla
para que te de luz.

Si yo... tú.
Si tú... yo también.
Si lloro, ríeme.
Si ríes, llorare
pues somos el equilibrio,
dos mitades que forman un sueño.

Si yo... tú.
Si tú... conmigo.
Y si te arrodillas
haré que el mundo sea más bajo,
a tu medida,
pues a veces para seguir creciendo
hay que agacharse.

Si me dejas, mantendré viva la llama
hasta que regreses,
y sin preguntas, seguiremos caminando.
Y sin condiciones te seguiré perdonando.
Si te duermes, seguiremos soñando,
que el tiempo no ha pasado
que el reloj se ha parado.

Y si alguna vez la risa
se te vuelve dura,
se te secan las lágrimas
y la ternura,
estaré a tu lado,
pues siempre te he querido,
pues siempre te he cuidado.

Pero jamás te cures de quererme,
pues el amor es como Don Quijote:
solo recobra la cordura
para morir.
Quiéreme en mi locura,
pues mi camisa de fuerza eres tú,
y eso me calma,
y eso me cura…

Si yo... tú.
Si tú, yo.
Sin ti, nada.


Sin mí, si quieres... prueba.

No te pierdas

Piensas en todo lo que ha pasado y queda por pasar. Miras al suelo, recuerdas. Te entristeces y lloras. Te preguntas por qué no te preparaste para ello. Sientes miedo, te atascas y no sabes que hacer. Quieres salir de allí, pero no sabes como, hay muchas formas y ninguna la correcta. Alzas la cabeza y ves que tienes algo, que no estás solo y te llenas de valor y das un paso hacia delante. Pero has ido rápido, te tropiezas y coges miedo a seguir. Piensas que volverás a tropezarte, que no sirve de nada si no sabes hacia donde vas. Suspiras tras la caída y te arrepientes de haber creído que podrías conseguirlo. Ahora te paras ha pensar en si de verdad quieres seguir, si te va a hacer realmente feliz, si vale la pena luchar por conseguirlo.

Cierras los ojos e imaginas como serías allí delante, a tan solo unos pocos metros de donde estás. Te vistes, esta vez con protecciones por que esperas una nueva caída, pero no te atreves hasta estar convencido por completo. En vez de dudar, pisas fuerte mientras cierras los ojos y coges carrerilla para saltar ese bordillo con el que te tropezaste, pero no lo sobrepasas, te quedas junto a él y ahora si, te vuelve a entrar miedo, dudas de si hacerlo, pero has llegado hasta ahí por algo y no quieres echarlo todo a perder. Te agarras a alguien que sí lo ha pasado y lo logras, has pasado tu barrera.

Ahora miras atrás y piensas en lo fácil que era salir del atasco que tú mismo habías generado. Pero no acaba aquí, sigues sin ser feliz. Has hecho el camino corto y fácil, falta el largo y correcto, el realmente difícil, echar a correr hacia delante sin miedos, sin pausas.

El ser humano

Hola.
Lo más probable es que no nos conozcamos, pero eso poco importa. Voy a pedirte que me prestes unos segundos de tu vida, puede que un par de minutos. Pero en cuanto lo veas necesario, eres libre de irte y abandonar. ¿Aceptas?

Hace falta mucho para darse cuenta de lo idiotas que podemos llegar a ser y de lo poco que nos importa todo lo que nos rodea. Hace falta que nos encontremos en situaciones extremas para darnos cuenta de lo mucho que podemos llegar a perder en tan solo un momento. Ha hecho falta llegar a la situación de casi pobreza en el mundo para que la gente empiece a arrimarse buscando cariño, hogar y alimento en sus semejantes. Somos muchos los que habitamos este salvaje y extraño mundo, y cada día, somos más. Curiosamente, cuantos más somos menos importancia le damos a la vida de los otros.
 
Es difícil encontrar a alguien que de veras crea en la humanidad y quiera compartir todo con ella por el simple placer de compartir. Descubrimientos, avances, aventuras o una simple sonrisa. Llevamos milenios luchando en contra del tiempo, avanzando contra un enemigo común, evitando la extinción... Y la hemos hallado en nosotros. El propio ser humano, se mata a sí mismo.

Hemos creado religiones que nos alejaban de nuestros semejantes, creencias que solo servían para menospreciar la vida de los otros. Hemos creado armas, enfermedades, bestias. Quizás sea la edad o tal vez ver que los años pasan y que madre seguirá girando y girando y girando sin importarle quién la monte, quién la gobierne o quién la destruya. Porque no estamos matando nuestro planeta, nos estamos matando a nosotros.

Hace tiempo escuché que somos gotas de agua, iguales, frágiles, transparentes... Sin embargo unidas podemos ser la mayor fuerza que jamás se haya visto. Podemos arrasar con todo, y la vez, dar vida a lo que nos rodea. De vez en cuando parar y demostrarnos a nosotros mismo que somos capaces de olvidar, de perdonar, de avanzar, de querernos... De confiar de nuevo en que todo saldrá bien, de que juntos... Podremos salvarnos. De que aún queda camino por recorrer, que la vida no acaba aquí ni donde tú la dejes de vivir, que otros vendrán a continuar con nuestro legado y éste será el que nosotros les dejemos. Ha hecho falta perdernos para poder encontrarnos.

Encerrados

Noviembre, frío mes, ¿cierto? Es triste. Tenemos que empezar a arroparnos, a pasar días encerrados por crueles personas que ciertamente buscan lo mejor de nuestro porvenir. Las hojas empiezan a caer, gobernar las calles. Ese aire de alegría, que se respiraba, que se apreciaba fácilmente ha sido raptado, conquistado por la oscuridad, por ese color que asociamos con la tristeza. Todo, parques, aceras, son ahora marrones. Llueve. La vida se acaba, árboles desnudos, parques vacíos, calles nocturnas... Nos deprimimos, nos acobardamos en casa y pensamos que estamos bien, pero no podemos ver más adelante de este cuaderno. Comienzan las rutinas jóvenes. Acabamos rindiéndonos, y calentamos el ambiente, haciendo que otros árboles, animales, seres vivos, fallezcan a causa de la tenebrosa niebla. Y así no saldremos jamás de este sombrío otoño, el cual nos ha encerrado en nuestras moradas.

Poema del Renunciamiento

Pasaras por mi vida sin saber que pasaste.
Pasaras en silencio por mi amor, y al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamás lo sabrás.

Soñare con el nácar virginal de tu frente;
soñare con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñare con tus labios desesperadamente;
soñare con tus besos ... y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amare más que nunca ... y jamás lo sabrás.

Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento, el tormento infinito que te debo ocultar, te diré sonriendo: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!

(José Ángel Buesa)

Escalar la montaña

Cuando comienzas a andar, el primer paso es el más complicado. Es el que más cargado de fuerzas está pero a la vez el más difícil de dar. Sin embargo te tranquilizas al dar un par de pasos más y descubrir lo lejos que está el sitio de donde empezaste, que tu camino acaba de comenzar, que el mundo es tuyo. No importa lo largo que pueda ser el recorrido, no hay nada que pueda detenerte. Eres imparable.

Sabes que tu meta está ahí arriba, no sabes cómo ni cuándo llegarás, no sabes que habrá cambiado, ni por qué la persigues. Solo sabes que en la cima de esa montaña están todas tus respuestas. Cuando estás lo suficientemente alto como para oír el agua del río bajando con fuerza descubres que nadie te explico que podían haber baches, sientes que tu fe se quebranta. Cada paso hace encontrarte más perdido y sientes una voz en tu interior que susurra 'No lo conseguirás'.

Entonces recuerdas que detrás de toda esa niebla se encuentra un sitio donde no existe el temor. Recuerdas por qué caminabas y cual era el sueño que te motivaba a hacerlo, y renaces, con más fuerza que antes. Saltas de una en una todas las piedras del charco, afrontando de uno en uno y de golpe todos tu problemas. Resurges, como el agua que brota de la tierra. Te fijas mucho más en los detalles que te rodean. Corres, saltas, sientes admiración por los árboles que te observan, por el aire que respiras y por las noves que te cubren. Tu destino está cerca, ya casi puedes verlo. El camino se acaba. Aquella montaña que parecía infinita parece no serlo tanto. Estás corriendo la carrera más importante de tu vida, no te detengas.

Vida

No sé por que pensamos que los mejores y más valiosos tesoros son los que más lejos están. Bien cierto es que no sabemos apreciar lo que tenemos y que consideramos mejor aquello que es de fuera por ser más exótico y menos común. Que malgastamos vidas enteras buscando esos tesoros que quizás ni existan. Pero nos cegamos, no vemos lo que tenemos delante, lo verdaderamente importante, lo que la vida nos regala a diario sin pedir nada a cambio. Esos pequeños gestos que son a fin de cuentas los verdaderos tesoros.

Que en esto de la vida no se trata de coleccionarlos, que la gracia está en encontrarlos y saber compartirlos con los demás. Quizás no tengas un imperio o quizás tengas el mejor del mundo pero de nada vale si es solo tuyo. En esto de la vida no gana quien más ha conseguido si no quien mejor lo ha sabido invertir en personas y emociones. Vive, de tal forma que cuando mueras tus tesoros no se acumulen a tu alrededor si no que te alcen a lo más alto con humildad y orgullo, que reyes y piratas se arrodillen ante ti cegados por la más negra de las envidias. Que en esto de la vida comparar tesoros es como comparar mentiras, que siempre son menos de lo que se dicen pero todos sabemos lo que realmente vale. Que en esto de la vida, el mayor tesoro es poder vivirla.