¿Todo genial no?

Lo que realmente hace cambiar es que aparece, una persona, y da por culo todo el rato. Que hace que ya nada vuelva, que todo cambie de repente por que te ha roto el timón y ahora no sabes en que rumbo toca avanzar. Yo deseaba no saber nada más, como todos. Y te sorprendes, por ella. Porque la odias en realidad. La odias por todo, por venir sin quererlo ni avisar, porque no ha llegado andando tranquilamente, sino corriendo, como más duele, sin esperarte lo. Cuando creías que venía ese tiempo de tranquilidad es cuando más lo deseas. Que cada puto segundo sin saber de ella te mata, de celos. Que si no responde, me enojo. Que si no me mira, la busco. Que si no me quiere ver, lo siento, pero necesito sus pupilas y esos ojos marrones. Pero, ¿qué ocurre si dejas el "que si no" y te paras a pensar? Lo que ocurre es lo que la gente normal llama estar colgado, a mi, me gusta llamarlo amor adolescente. La arritmia pulmonar me da cada vez pinchazos más duros. Todo se resume en ella.

A veces el tiempo se para como un reloj si se atreve y suelta un beso sin venir a cuento. Cada "ratito" parece eterno, pero corto. Solo dices que se dé prisa, no aguantas sin verla. Pero no todo iba a ser perfecto.

Aparecen los miedos, los celos, las discusiones tontas y no tan tontas. Empiezas a imaginar como sería tu vida si no hubiese aparecido, y crees que sería mejor, por que no estaría tan desordenada. Es el desorden quien te hace ser así y sentirte único. Ese desorden ha sido provocado sin darte cuenta, pero lo has querido y deseado así. Al tiempo conoces a su gente importante, a su familia y hermanos no de sangre. Gente que comparte contigo algo tan grande y a la vez demasiado frágil. Un porro no te eleva tanto. Sigues adelante y aparecen las tardes solos, en casa, en cama entre películas y las mantas por el suelo, junto a su ropa, y es entonces cuando descubres que la única droga es su olor, por todo el puto cuarto, por las sabanas y tu camiseta. Cartas, poemas, canciones y fotografías te recuerdan la suerte que tienes, todos los días. Lo primero que haces al despertar es ver su sonrisa, sus mejillas, sus pupilas, la tenías enfrente, impresa en papel. ¿Todo genial no?

Dieciocho pasos.

Son dieciocho las primaveras que llevo encima y mi autoestima por los suelos, intentando que por ello no me deprima y me considere la única victima de mi vida y sus errores. Nunca hago suficiente para quitarte lo que cubre tu piel y desde los diecisiete queriendo ser como él y nunca bajar el nivel partiendo mi tez desnuda más que muda y caen los dieciséis y el corazón se rompe a golpes más que cuando se cae por el esguince. Quince minutos fueron necesarios para encontrar los sustitutos de unos putos locos. Dime que crees, en nada con catorce y nada de lo que lees tiene sentido por lo que ves. Con trece había sufrido más que tú mil veces y solo me decían sonríe si te apetece y no llores si sabes bien lo que se cuece. Son algo más de doce los meses que me separan de mi hermano. Hacerme fuerte ya desde los once y aunque alguna vez me tropiece, la sonrisa nunca carece. A los diez ya había dejado de soñar viendo a mi madre actuar y luchar por mi. Con nueve ya había odio a mi corazón romperse y mi mente dejar de correrse para empezar a temblar. A los ocho dejé de ser un niño y dije que no confiaría más y ya no dudaría a la hora de arrancar. ¿Los mejores? Los años anteriores. Los siete y seis creo que fueron perfectos y con cada pixel volé directo en todos mis trayectos. Los cuatro y cinco creo que fuero sin rencores, son tiempos ocultos en mi memoria como mis verdaderos amores. La verdad, ojalá pudiera saber más de los otros tres años restantes, los mejores, gracias a ella, que a pesar de todas las desgracias provocadas hoy sigue ahí y desde los ocho primeros meses.

Echarte de más o echarte de menos.



Hace mucho que no sé de ti. Hace mucho que no sé de tu besos, ni de tus "ha sido sin querer". Hace mucho que no sé de tus roces, ni de tu "ven y abrázame".  Llevo tanto sin conocerte que se me olvidó empezar a olvidarte y he comenzado a recordarte entre mis pupilas. No sé donde estás, ni a donde marchaste, pero ya no importa, te piraste, con mis temores y manías. Puede que unos lo llamen miedo, pero a mi me gusta llamarlo temor. Temor a que no sepas quien soy. Temor a que a que no me reconozcas y te canses de aguantar al loco, a un continuo reto, a vivir lejos de ti y lejos de nosotros, a no volver a ver más allá de un puñado de tierra, la cual, ya no existe entre nosotros, pero sigue tan presente como el primer día. Temor a ser nosotros mismos y dejarnos llevar.

Hace mucho que me despedí, sin saberlo, de toda una vida. Hace mucho que no supe valorar lo que estaba perdiendo. Hoy en día sigo sin saberlo, sigo cegado por aquella luz que me iluminó su rostro, a la cual llaman sonrisa ajena. Bellas arrugas rodeando un continuo gesto de felicidad. Hace mucho que sigo perdido, mas no quiero encontrarme, nunca más, y vagar perdido entre los recuerdos que un día me hicieron ser un chico encantador, con motivos suficientes para luchar.

Hace mucho que no sé soñar que apareces con esa mirada imposible de calcular llevándome hacia la luz de la oscuridad, deteniendo el tiempo entre ruidos salvajes de placer. Hace mucho que no sé soñar. Llevo más de 500 noches tratando de saber si tu perdón era real, o un simple intento absurdo por dejarlo pasar y fallarnos una y otra vez. Hace mucho que me pierdo tus labios y cosquillas, haciendo que nos odiemos por momentos. Hace mucho que no sé de algo parecido a nosotros, pero no consigo recordarlo entero.

Hace mucho que no sé echarte de más. Hace mucho que no sé echarte de menos.