Tus fotos.

Recuerdos rotos. Noches vacías y frías y mi cama en calma y sin terremotos. El más pecadoso desastre, no recordarte, no poder mirarte, ni suspirarte al oído que te quedes. Pero aunque no lo sepas duermo contigo, en mis sueños. Aunque tú no lo sepas, todos los días te miro a los ojos para darte los buenos días, mientras toco tu mejilla.

Hace poco empezó el invierno, no tengo batería, la tele y el ordenador no funcionan y los libros no los leo. Fuera de la ventana todo parece tranquilo pero mi cordura pende de un hilo, hilo de tu tanga tirado por el suelo y mi almohada infestada por tu pelo, el cual no quiere que duerma.

Están por toda mi cama, alegrándome cada madrugada, y las miro, como te miraba a ti. Ya sé que estamos lejos, hace demasiado que no siento tus besos. Yo las miro, las huelo, las toco, tus fotos son mi vida, mi sueño. Aun me duele al recordar tu ceño fruncido como el de un niño. Las luces me molestan pero me da pena no verte.

Miedo.

Me pregunto si esto me cambia y dejo de ser yo. Me pregunto si no soy capaz de mirar a los mismos ojos mientras me levanto. Y, ¿mañana que pasará? Tengo miedo. ¿Qué pensarán si intento hacer lo que yo quiero? Cuando meto la pata, pago; si no lo hago mal, naufrago.

Siento miedo de intentar ser alguien distinto, de quedarme callado frente a mi musa otra vez, de no obedecer mi instinto y no recordar mi niñez. Quedarme en blanco y no poder hablar contigo si no es sobre un folio. No saber si marchar o desaparecer, si remar o caer al puto lago que me han creado de mentiras y engaños. ¿Me habéis visto? Me habéis hundido, entre todos, cada cual a su modo, me hicisteis ver que no existo. Pero sigo oculto y sin importarte, tanto amor que me tenías solo sirvió para llevarme a Marte y desnudarme. Hoy  ya no soy nadie, ni si quiera un amor que no acabó bien y que tampoco se llevó el aire. Y ya no dueles, pero sigues molestando, queda el recuerdo que no es malo si se sabe usar, queda el pensar en si romper el glaciar y tragar orgullo.

¿Y si no salgo? ¿Y si no soy yo? ¿Y si termino solo? ¿Y si todos se van? ¿Y si el "y si" se convierte en algo de verdad? Tal vez no pueda dar más, puede que lo pueda aguantar, pero mientras grito "yo no pude" me tapo los oídos para no creerlo.

Miedo es lo que se apodera de mi. Miedo a no poder volver a ganar. Miedo a seguir el camino del perder y añorar lo perdido. A no saber guiarme y acabar dejándolo todo de lado. Tengo miedo, de que mi gente me diga adiós, de que mi sueño se convierta en otro fracaso, de seguir haciéndole caso al reflejo, de que mi peor yo me dé otro repaso y  corra el riesgo de ser yo mismo, de quedarme callado mientras sus palabras me dan de hostias, miedo de no volver a sentirme vivo.

Pero incluso el miedo tiene miedo de perder. No pierdes el miedo si nunca le plantas cara, y si nunca haces nada, acabará ganando él.

Dile.

No se quién soy, ni a dónde voy, ni si quiera si mi paradero coincidirá algún día con mis metas. Hace seis meses que estoy hundido en la mierda pero a nadie le importa ya. Hace seis meses que mi teléfono no suena, pero si me llama dile que no estoy.

Dile que ya no me sirve de nada este corazón a prueba de balas, si lo que necesito son sus arañazos. Dile que no se me olvida como era antes, de ella. Por más que se marche sigo en la misma parada esperándola, hasta el último momento de la despedida para robarle un beso y seguir buscándola. A parte, tengo dieciocho motivos para salir corriendo, por que sé que hace doscientas madrugadas que ya no te corres entre mis sabanas. 

Dile que no me interesan sus pupilas, ya no tengo lo que mirar al despertar y por eso que todas las noches le quito al reloj las pilas. Dile que me he quedado sin caricias tímidas sobre mi espalda, que la cicatriz todavía sangra por si vuelve, no se enseñarle a este corazón que nunca aprende. Dile que el silencio no es mi única condena, que la guarra de la luna me ha vuelto a dejar solo y justo cuando estaba llena, que siento vergüenza por no saber pedir perdón y decir "te quiero" con la misma fuerza. 

Dile que no he vuelto a ser el mismo desde que quedé preso en los botones de su camisa, que me perdía en todos los rincones de la curva de su sonrisa mientras me buscaba las cosquillas. Todavía sigue abierta mi ventana por si el viento trae de vuelta el ruido de su risa, que he aprendido a ir despacio, todo me sale mal cuando voy con prisa. Dile que mientras rompo nuestras fotos, van rompiéndome sus recuerdos, que mi insomnio es eterno por la culpa del brillo de sus ojos, que el camino de sus piernas hace temblar al invierno. Dile que no soy mejo que antes, que si me quito los parches sigo siendo el mismo chico que temblaba si la tenía delante.

Dile que todas las cartas eran por que estaba triste, que mi piel ya no se viste desde que te fuiste, que solo me sentí libre contigo en tu colchón y tú lo conseguiste. Prometiste tantas cosas como yo, pero la diferencia es que yo sigo prometiéndolas, ¿lo viste? Dile que todo se acabó, que no sufra más, que estoy en casa a mi play. Ven, escúchame bien, dile que nunca hubo algo como ella encima mía, dile que tengo frío todavía y que por eso en mi cama dejo sitio, por si no me olvida. Y que coño importa eso ahora, si soy yo el que va detrás pensando en que algún día vendrás. Dile que solo intento gritar en silencio, para no hacer ruido, no quise hacerle daño. Mejor me quedo leyendo sus huellas que dejó en mi habitación.

No, por favor. Decidle que vuelva, que ya se ha echado el invierno y con él el frío, que quiero recuperar lo que un día fue mío, que quiero perderme entre sus piernas, secar esos locos párpados y volver a creer en el amor, que sigue siendo mi mejor salvavidas.

Por favor, dile que vuelva, a quererme.

Olvídalo.



Ahora viene cuando debería de ir aterrizando. Sé lo que nos va a pasar, vamos a jugar a ver quien deja antes de llamar cuando las cosas se pongan turbias. Vamos a perdernos y dejar de lado todas esas noches que jamás vamos a tener. Vamos a dejar que el tiempo actué, no estamos por la labor de arriesgar. 

Yo no sé tú, como lo harás, pero cuando te vea, un parón de tiempo me acelerará el corazón y ahí sabré si he muerto o soy un zombi. Pensaré, querré gritar, pero no hablaré, como ese niño que se avergüenza delante de su musa. Te sentiré lejos, no lo dudo, pero te querré cerca, tan cerca que pueda sentir tus suspiros.

Intentaré volver a ser yo, pero cada intento será en vano, con su respectivo pecado llevándome al interior de este infierno, en el que juro que me está sumiendo.

Batería baja

¿Sabías que una persona media pasa mirando su móvil cerca de 4 años?

Un poco irónico, ¿no? Como esas pantallas táctiles nos hacen perder el tacto. Pero no es raro en un mundo lleno de iPads, iMacs, iPhones… Son tantas “i” de mío, tantas selfies y no suficientes “nosotros” o “nos”. La tecnología nos ha hecho más distantes y egoístas que nunca, porque mientras nos dice que nos conecta, la conexión no ha mejorado.

Y dejarme decirlo, Sr Zuckerberg, no quiero ser maleducado, pero debería reclasificar Facebook a lo que es: una Red Anti Social.

Porque aunque tengamos una gran lista de amigos, muchos no tenemos amigos de verdad. Estamos solos, porque las amistades están más rotas que nuestras propias pantallas. Nos sentamos con nuestros ordenadores a medir cuánto valemos de acuerdo a nuestros seguidores y al número de “Likes”. Ignoramos a los que nos aman de verdad, parece ser que preferimos escribir un post rabioso a hablar con alguien que nos abrace de verdad. ¿Te molesta?

Cuéntame que te parece, el otro día le dije a un amigo, veámonos cara a cara, me dijo “Genial, ¿a qué hora nos vemos en Skype?”. Le respondí con un ODM (oh dios mío), SRS (seriuslly) y después un montón de SMH (acrónimos de internet).  Y me di cuenta ¿qué pasa conmigo? ¿No tengo paciencia para hablar sin abreviaciones?
Esta es una generación de sobre estimulación de los medios, los chats se han reducido a fotos, las noticias son de 140 caracteres y los vídeos son de seis segundos a alta velocidad. ¿Y te preguntas por qué el DDA crece más rápido que el 4G LTE?

Pero… Escucha esto: estudios demuestran que el rango de atención del adulto promedio actual es un segundo más bajo que la de un pez dorado.

Pero si eres de esas pocas personas que no quieren hacer click o cerrar esta página, felicidades.

Déjenme terminar diciendo que sí tienen una opción, sí. Pero no es una que se pueda auto-corregir, debemos hacerlo nosotros mismos. Tomar el control o ser controlado, toma la decisión.

¿Yo? No quiero perder más momentos preciosos por estar grabándolos con el teléfono, simplemente voy a recordarlos. No voy a sacar más fotos de mis comidas, me las voy a comer. No quiero la nueva aplicación, el nuevo software, la nueva actualización. Y si quiero subir una foto vieja, ¿quién me obliga a esperar hasta el jueves? Estoy cansado de ser parte de este desfile de vanidad y de conformarme con esta aceptada locura digital.
Llámame loco, pero imagino un mundo en el que sonriamos cuando nos quede poca batería, porque eso significa que estaremos una barra más cerca de ser humanos.




No es una opinión personal, es una transcripción del vídeo que tenéis más abajo.


Valentía o cobardía.

Pasan cosas, a veces buenas y otras no tan buenas. Miras y  no sabes responder. Lo pasas mal cuando sabes las palabras exactas que decir y no puedes, no sabes como volver a abrir la boca. Estás tan paralizado que te haces el loco, como si no te ocurriese nada. Lo que temes es a la vez lo que quieres. Aquello que un día te mata otro te hace fuerte. Te vuelves valiente y sabes aprovechar las oportunidades. Intentas convertirte en lo mejor, en lo que siempre has admirado. Pero no, no eres así. Eres bajito, flacucho, blando, con pocas fuerzas, lo más débil que nadie ha visto nunca. La vida no se mide en como eres, sino en como te comportas frente a ella. La gente no te conoce por quien eres, sino por lo que has hecho. Te has dado cuenta de que todavía no has perdido, que solo faltan unos minutos para que pite el final. No quieres rendirte, pero necesitas descansar.

Tiempo.

A veces, la vida, es dura, muy dura. De repente, tienes todo. Eres feliz y todo te sale bien, pero decides cambiar un poco y pum... Ya no vas a ser igual. Tu vida va cambiar, tiene que dar un giro de ciento ochenta grados. Eso que tan feliz te hacia, debes dejarlo, para así poder tener algo que no te llena tanto como quisieras. No, todo no se acaba ahí, tienes que escapar de todo, huir de todo, olvidándote de lo que te ha salvado y dado la vida, de lo que ahora te ayuda a ser alguien. Ahora ves todo oscuro, negro, pero es normal, es de noche, todavía no ha amanecido. Esto es solo un parón, solo es tiempo, para que todo mejore y ese giro que has dado resulte ser el correcto, por que si hay algo de lo que no dudo, es de que todo saldrá bien, con tiempo. En el fondo todos necesitamos tiempo, tiempo para pensar, tiempo para escribir, para llorar, reír, jugar, o simplemente olvidar. Debes ir construyendo un castillo hecho de ladrillos y a tu manera. Tú eres el único que decide como lo quieres y si te equivocas y ese ladrillo que acabas de colocar no te gusta, no te preocupes, retíralo, y tómate tu tiempo para ponerlo a tu gusto, tienes todo el tiempo del mundo. Puedes volver a cometer el mismo error, o no. Haz tu plano perfecto y después corrige esos errores. Ese castillo puede ser cualquier cosa, como el amor. El amor necesita tiempo, mucho tiempo, demasiado tiempo, todo el tiempo de tu vida, pero al final siempre te va a devolver con creces todo lo invertido en él. Te ayudará a entender que todo en esta vida, necesita tiempo. Por suerte es algo que todavía tengo, tiempo. La vida es tiempo. Y cuanto más tiempo inviertas en hacer lo que te gusta más vida tendrás. Lo que si es seguro es que el tiempo no va a volver.

Manías.

Quiero ser grande, fuerte, valiente y luchador. Quiero tener un algo por lo que poder aspirar. Quiero poder gritar de la felicidad, subir las escaleras hasta allegar al cielo y allí arriba saltar, pero sobre todo gritar, para que todo el mundo lo oiga. Quiero poder ver quien era antes. Quiero volver a ser ese que no paraba quieto hasta llegar a ti...

Ahora, no soy más que un pobre vagabundo surcando estrellas, triste y mamarracho por no poder llegar a ti. Soy tan melancólico que ni me reconozco. Tan amargado y cabizbajo que no veo todavía puedo seguir, de pie, con fuerzas y luchando por tu sonrisa a medio hacer. Quiero cogerte de la mano y salir caminando, volver a sentir el sabor de tu piel, el olor de tus labios y las ganas de esos besos que han desaparecido. Es irónico ver lo feliz y grande que he sido y lo triste y enano que me siento ahora, a tu lado.

Necesidad es verte y sonreír sin mañana alguno, salir corriendo por llegar cuanto antes sin importar el sudor, sudor que se reanuda por el nerviosismo causado por el tacto de tu piel. Necesidad solo es una rozadura, una mirada, una caricia, o simplemente un suspiro. Necesidad eres. Es como la mala costumbre que tenía de tenerte en frente y abrazarte. Pero yo no creo en las malas costumbres, soy más de manías. Manía la de no dejarte venir sola, o dejarte en la misma parada que me lo quitaba todo, o la de quedarme embobado mirándote callado, o simplemente, la misma manía e todos los días, besarte. Manías hay muchas, tantas que no caben en este folio.

La vida está hecha para los valientes.

Me matas. Me destruyes. Me aniquilas. Me asfixias con tus medias sonrisas, con tus pupilas huidizas.
Yo siempre he sido valiente y ahora me da miedo atreverme, me quedo en el sitio como un cobarde cuando nunca he sido así, a veces, en momentos como éste, la rabia de ser tan idiota me puede, idiota por no ofrecerte un viaje al fin del mundo cuando tengo la certeza que eres la única con la que podría a ir, idiota porque dejo que te vayas, porque no te pido que te quedes cuando lo que más quiero es que estés lo suficiente como para yo ser capaz de tragarme la cobardía y decirte que tengo esas putas ganas de que alguien me cambie la vida y que preferiría que ese alguien fueras tú.

Es la primera vez que encuentro todo en una misma persona, y estúpidamente también es la primera vez que en vez de ir a por todas, me limito a mirar como te me escapas, poquito a poco.


Siempre he sido idiota, pero no sabía que era capaz de llegar estos niveles.

Adiós, hasta luego.

Te vas, sola,  a un lugar que nadie sabe. Te vas, diciendo un suspiro entre sollozos. Te vas, queriendo que todo acabe con un fin inesperado. Te vas, pidiendo perdón por los daños sufridos. Te vas, dejándome enfermo. Te vas, sin mirar en todo lo pasado. Te vas, diciendo adiós y no hasta luego, pues ya no queda esperanza. 

Te has ido, sin preguntar lo importante. No sabes si algo de lo que has hecho ha cambiado tu vida. Te has ido, lejos, susurrando no haber camino de vuelta. Te has marchado, mas no quieres volver a vivir un pasado pisado, que tanto dices haberte dado. Te has marchado, cambiando todo a mejor, crees. Te has marchado con ella, recordándome que cuando miro al cielo, solo estoy buscando mi sitio.

Se ha ido, sin afrontarlo, dando coces al aire que mueve esa tierra que nos separó 581 instantes. Se ha ido, dejándolo lo más desordenado posible, causando un quebrantamiento que solo se repara de manera fatídica. Se ha ido, dejándolo todo tirado. 

Se fue, para "no volver".


Solo soy alguien en ruinas.


La noche se torna tenue y muda, quizás esté compadeciéndose de mí y de las mil horas que llevo llorándote. Hoy atardeció rojizo y cuando el sol ya estaba casi escondido detrás de la silueta de esta ciudad de mil luces, yo pensé en ti y me pregunté en qué garito estarías entrando, en qué rincón te emborracharías de pena y de fatiga por esa lucha constante contigo mismo que te tiene agotado y que te está destruyendo. Justo en ese mismo momento, me di cuenta de lo amargo que era notar el dolor caminando a paso lento por el pecho.
Sé perfectamente qué pasó, pasaron las prisas, las ganas de correr, de acelerar la vida, de administrarnos adrenalina, de forzar las cosas... Porque teníamos tantas ganas de querernos que nos consumimos mucho más rápido de lo que nadie pudo predecir. Como cuando un cigarrillo muere en dos caladas hondas llenas de codicia.
Es entonces ahora, escribiendo esto en el vaho de la ventana que está fría, cuando decido que me voy, que abandono las mil luces y tus cientos de garitos. Me voy porque te me fuiste. Y me marcho solo, encharcado aún en ti, en ese “nosotros” mudo que siempre estuvo y por cobardes no pronunciamos, porque teníamos miedo a qué se yo, y era ese concepto el que nos faltaba para frenarnos y saber desayunarnos bien. Pero tenías tanta libertad y yo tanto miedo a coartarte que fuimos idiotas y nos dejamos morir rápido.
Marcho siendo todo lo fuerte que puede ser alguien en ruinas. Sé que en el camino se me oprimirá el pecho cada vez que algo me recuerde a ti, y se me caerá el corazón cada vez que (como ahora) te sienta lejos. Pero ante todo, necesito reconstruirme.


Y créeme, yo no quería las cosas así. Si supieras el coraje que me da haber acabado de esta manera, porque jodida vida, jodidas prisas y jodido destino que no nos dejó dibujar el "nosotros" más bonito de este también jodido mundo.

La que me volvió loco. (Rees)

Andando por la calle, mis pasos quien decidían. El eco del silencio, la única melodía que me acompañaba, aparte de mi cigarro. Los pies llenos de barro, puf, que frío que hacía. Buscando refugio recuerdo entrar en el pub, pedir un baso de whisky pa' tener con quien hablar. La puerta se abre y trae más sombras errantes, una diosa delante, su brisa fue mi huracán. El impacto inicial no se pudo mejorar, mis ojos fueron presos de su manera de andar, algo sobrenatural, no te lo puedo explicar, su firma marcaba el aire y eclipsaba lo demás. Mis latidos a doscientos, mi mirada en su cadera. ¿Voy y me presento? ¿Está sola? ¿A quién espera? Bebía de su gin-tonic con tanta delicadeza, mientras miraba el móvil se apoyaba en su cabeza. Se cruzaron las pupilas, fue puro magnetismo, aquel iris irradiaba fuego, magia y erotismo. No he vuelto a ser el mismo, después de aquellos ojos y el revuelo de su pelo, me llegó como un seísmo. Cogió aquella copa se fue directa a bailar y aunque llevara tacones ella parecía flotar. Una tormenta eléctrica, la musa de la métrica, crema de chocolate para mi alma diabética. Me quedé observando, era la aguja del pajar, la mismísima Afrodita, Wendy para Peter Pan, cura de mis labios rotos, la que me volvió loco, en la noche era la estrella que no cesa de brillar.

Nombre no le haría justicia así que no le pregunté, me puse delante de ella, nos rozamos piel con piel, intenté seguir su ritmo pero paré y la miré, como pidiendo disculpas por lo torpe de mi pies. Su sonrisa fue el motivo de que escriba esta canción, mirada negro azabache que derroche de belleza. Me acarició la cara y se alejó caminando, desde entonces tengo un parche donde estaba la cabeza. Se perdió entre la gente, como verso en la poesía, como mi alma en aquel baile, como el sol después del día. Hoy, como cada noche, escribo desde aquel pub, su gin-tonic en la mano, esperando verla entrar.

Otro día que despierto entre sábanas y almohadas, la alarma me taladra y me ladran desde el WhatsApp.
- Aaah! Tío, ¿qué pasa?
- Llegas tarde al curro
Me levanto sorprendido, se avecina el fin del mundo. Quiero espabilarme y me sacudo bien la cara.
- Despiértate Rubén - el tiempo se me acaba.
Me visto y desayuno, cojo llaves y cartera, espero el ascensor y esa espera desespera. Llego y me adentro, nueve pisos por debajo, comienzo a descender - Mierda, se ha parado -  Como reina de los cielos, su figura entra en escena, la puedo distinguir entre legañas, es ella. En el séptimo de los cielos, allí mismo cara a cara.
 -Buenos días - Me saluda y el tiempo solo se para. Tartamudeo, a penas sé bien qué decir, hermosa, preciosa, es perfecta para mi. Menuda situación a centímetros de ella, los pisos pasan lentos y el aliento se congela. Sus labios son tan finos, su pelo desteñido, sus manos me recuerdan el amor que no he tenido. Nos quedamos en silencio, la mirada cabizbaja, el orgullo por los suelos, ella sola me rebaja. Delicada porcelana, no me muevo por si acaso, parece tan frágil el amor que yo he buscado. Afortunado, ilusionado, no sé que sentir. ¿Le pregunto un qué tal o quizás se va a reír? Jamás había sentido tanto amor en un instante, la miro de reojo con perfección constante. Las constantes de mi cuerpo se aceleran y esto crea que todo gire a una idea y es ella. Que el último eslabón se aproxima, el mundo frena, no quiero que se baje sin decirle que me llena, que la miro cada día y que estoy enamorado, que sus sueños más profundos sean los que yo he soñado, que he viajado por estrellas y ninguna me ha saciado, que me de oportunidad de poder tener su mano, que la quiero y la deseo y ella no escucha mis versos, ella centra su atención en salvar ese momento, yo la observo, cojo aire, estoy dispuesto a lo que sea. ¿Pedirle una cita? Espera, frena.

Tantas cosas que mostrar y dudo en la manera. En ese mismo instante ella abre esa gran puerta, se despide y me sonríe y yo no sé ni lo que hago, guardo silencio el momento ha terminado.

Historias.

No te voy a negar que ahora mismo te querría aquí, a mi lado. Que tu cuello me hace falta y que en tus manos veía todo el abrigo que necesitaba. No lo niego porque mentirte después de todo, sería muy feo.
Te quise en mis cumbres, en mis días, en la cama, en mis labios. Te quise en todos lados menos lejos y justamente te fuiste ahí.
No dejaste que hiciera de ti un acorde perfecto dejándose sonar en un piano de madrugada estrellada. No te dejaste llevar, aún cuando te parecía bonito.
Lo que más pena me da de todo esto es la historia que siempre va a estar esperando a ser escrita. La pobre ha salido ilusa, como yo.

Aventuras.

Quiero a alguien que sepa ser billete de ida, pero nunca de vuelta, y que tenga destinos, paradas y andenes, aunque no sean los de enfrente. Quiero a alguien que tenga unas cuantas aventuras de sobra para mi, que me haga ser valiente y tachar todos los lugares que ya están aburridos de que no los visite. Y que haya besos de acompañamiento a cada cruce de fronteras. Y que hablemos de lo poco que nos gustan los límites y que jamás los pongamos. Que las maletas sean pequeñas para aprender que necesitamos menos pertenencias y más experiencias. Que las ganas de todo sean grandes, tanto, que no nos quepan y tengamos que gastarlas, pero que ni el Himalaya nos sacie y Australia nos parezca suficiente y acabemos en mitad de Argentina para coger rumbo a Islandia y quitar el frío en Malta. Y después quién sabe, si lo que más me gusta de todo esto es no saberlo, que yo tengo potencial de aventurero pero es que no me gusta eso de no ir de tu mano. Que mierda no encontrarnos.

Nunca será siempre. (Rayden)

Erase una vez la historia de un niño y una niña. El niño se llamaba Siempre y era una persona soñadora, aventurera, que creía que todo lo que veía no era todo lo que había en realidad y que había algún lugar donde las leyendas cobraban sentido. Por contra, estaba Nunca. Nunca era una persona pesimista, una persona realista, una persona que solo se fiaba de aquello que podía comprobar y constatar con sus propios ojos y que no se creía ni historias, ni cuentos. Entonces llego un día en que Siempre se acerco a Nunca y le dijo que su mayor sueño en la vida era viajar y llegar hasta el sol. Ella dijo "No podrás. Si saltas te vas a caer, o lo que es peor, si llegas te vas a quemar". Supongo que ella lo que intentaba era ser la cuerda de globo de los pájaros que tenía en la cabeza Siempre, pero tal era el peso de sus sueños y tantos pájaros tenía en la cabeza que  llegó un día en que todos a la vez emprendieron el vuelo y Siempre se perdió en mitad del cielo. Hay quien dice que llegó, otros que se cayó, incluso hay quien dice que cumplió su sueño, pero de todo esto que pasó Nunca nunca lo supo por que echó raíces en el suelo, y es que si siempre te dices nunca, nunca será siempre.

Tiempo.


Lo siento, otra vez.

Dolor. Rencor. Ira. Odio. Resentimiento. Rabia. Estás cabreado. No has podido hacer nada. No es tu culpa, pero, has fallado. Le has vuelto a fallar, no querías pero lo has hecho. Estar derrumbado es inevitable. Solo querías una cosa, una simple cosa, que no has podido conseguir. Has pensado en ello todo el rato, desde que pasó no has hecho otra cosa. Has querido darlo todo, pero no ha sido suficiente. Necesitabas más. Necesitabas esa chispa que otros tienen, esa vida que otros te habían dado. Lo intentaste y aunque no saliese bien, ya es tarde. Miras hacia delante, pensando todavía en él. No sabes cómo lo harás, pero no te vas a dar por vencido hasta conseguirlo. Todos y cada uno de ellos han ido por y para él, lo sabe, lo sabes. No temas si no lo consigues, esto es como una bolsa de chucherías en la que el premio solo toca a veces. Otra vez será. Otra vez tendrás esas fuerzas y ganas, y ahí se lo dirás.

Es increíble como una cosa entre todas las que has pasado puede cambiarte tu estado de ánimo en tan solo unos segundos. Si no hubieses tenido esa oportunidad, lo más seguro es que no estarías así. Pero ha pasado y eso es lo que duele. Dicen que el pasado no se puede cambiar, pero que el futuro está en tus manos.

Sigue.

Pasan cosas, a veces buenas y otras no tan buenas. Miras y no sabes responder. Lo pasas mal cuando sabes las palabras exactas que decir y no puedes, no sabes como volver a abrir la boca. Estás tan paralizado que te haces el loco, como si no te ocurriese nada. Lo que temes es a la vez lo que más quieres. Aquello que un día te mata otro te hace fuerte. Te vuelves valiente y sabes aprovechar las oportunidades. Intentas convertirte en lo mejor, en lo que siempre has admirado. Pero no, no eres así. Eres bajito, flacucho, blando, con pocas fuerzas, lo más débil que nadie ha visto nunca. La vida no se mide en como eres, sino en como te comportas, frente a ella. La gente no te conoce por quien eres, sino por qué has hecho. Te has dado cuenta de que todavía no has perdido, que solo faltan unos minutos para que pite el final. No quieres rendirte, pero necesitas descansar.

Te has cansado de ser tú el que tire. Relajarse. Eso es lo que tus músculos necesitan, y tu mente. Sabes que el dolor puede durar algún segundo, minuto, alguna hora, día o mes, puede que incluso que año. El dolor es solo temporal, tu decides cuando desaparece. Deseas con todas tus ganas seguir luchando por conseguir eso que quieres, pero no es lo que debes, no por el momento. Tienes que darte por vencido, parar, tirar la toalla y dejar que otro lo haga por ti. No lo entiendes. has hecho todo lo que has podido, te has esforzado al máximo de tus posibilidades, para no conseguir mejorar, para no conseguir nada. Este no es el final. El punto lo pones cuando tu creas que debas hacerlo, y ahora no es el momento idóneo, por que si te hubieses rendido, si hubieses tirado la toalla, ahora no estarías como estás, en la meta. Puede que no haya salido como pensabas, pero lo has conseguido, parcialmente. Has hecho que todo salga bien. Hay cosas, a veces, en las que no merece la pena poner un punto y final.

Un futuro, a tú gusto.



...

Solo es suerte.






...

Algo tan sencillo como hacerte feliz.

...

Ilusiones.

Había una vez una chica bajita, morena, hermosa, encerrada en un castillo del cual salía dos días cada cinco a disfrutar de su sonrisa. Solía ir a hacer algo que le encantaba, pero eso cambió. No dejó de gustarle eso que hacía, solo que llegó algo diferente, raro, extraño. Empezó a cambiar, crecer y mirar lo que tenía delante. Se fijo en algo que antaño creía imposible. Mirarlo se convirtió en costumbre. Extrañarlo, e incluso llorarlo una afición. Pero se hartó, se cansó de soñarlo y esperarlo y decidió asomarse a la ventana y saltar. Saltar para echara  correr, escaparse de casa y verlo. No fue lo esperado, ni mucho menos, pero fue lo que ella quiso. Llegó y lo que no hizo fue pensar, su corazón actuó y lo agarró con fuerza, para no volver a soltarlo. Ese día ella cambió, se entusiasmó con él, tanto que llegó a amarlo. Lo que no sabía era que ese momento no iba a ser eterno, que tendría un final, quizás no el esperado para ella, pero si el correcto. Se tuvo que volver al castillo del que provenía para no ser reprimida. Triste, agarró su almohada y miró por la ventana intentando recordar el día, su olor, su piel... Si hay algo que no sabía, es que él ya había pensado en lo que iba a pasar y le buscó una solución, loca e inmadura. Una mañana ella despertó, hacía buen día, soleado, y se le ocurrió mirar al cielo por la ventana, pero al hacerlo, se le cayó un anillo. Sin darse cuenta, lo vio a la noche, en su mostrador, como cual truco de magia, lo agarro con fuerza y cuando se dio la vuelta ahí estaba él para cogerla y salir corriendo, juntos, entre estrellas de pasión. No se volvió a saber de ella en el castillo, peros desde entonces hay un segundo sol, y según dicen, es el reflejo de su sonrisa.

Quédate, a mi lado.

Día 5

Estás esperando, vives en un mundo en que solo existe la soledad. Quieres que venga alguien, no sentirte solo, socializarte. Necesitas levantarte y reconstruirte, dejar atrás esa caída. Pero eso conlleva tiempo, acabas de caer, recuerda, tu cuerpo todavía está dañado por ello. Miras a los lado, no hay viento. Vuelves a donde comenzaste todo y haces memoria de como estaba aquello, ahora no es igual, está cambiado. Quieres esforzarte para volver a dejarlo como estaba. Has sido tú quien lo ha cambiado, no sabes como, ni por qué. Vas en la dirección equivocada. Tu vida está delante, no detrás. Pero no quieres ir allí, quieres quedarte mirando cómo fue la caída, antes de ella y después, quieres saber como llegaste hasta esa altura y como te dejaste caer. Quieres volver a vivirla, por el simple hecho de estar allí, tan cerca de rozar el cielo. Se hace tarde y sigues sentado, contemplando esa escena una y mil veces más. Acabas aburriéndote, te tumbas y cierras los ojos, respiras profundamente. Agarrado a la imaginación dejas de mirar al cielo, sabes que ella no estará ahí, pero la rezas igual, cual Dios se tratase. Pides un deseo, solo uno, el cual se ha convertido en secreto entre tu almohada de piedra y tú.

Día 4

Empiezas el día. No puedes levantarte, estás dañado. Aún así lo intentas, sujetándote en una pared, pero esa pared hoy es frágil. Ahora estás temiendo por tu vida. ¿Por qué no lo hiciste antes? No te importó saber que acabarías cayendo en picado y de cabeza desde esas alturas, quisiste disfrutar del trayecto. Mírate, ahora das pena, estás destrozado, pareces un auténtico zombi. Eso te lastima. Quieres salir corriendo de ese lugar, pero es que no puedes, has pasado demasiado tiempo ahí y quieres quedarte. Vuelves a lastimarte, hacerte daño, evadirte a golpes y durar hasta morir. Se ha hecho de noche, no te has dado cuenta, tampoco de que te has caído. No está, ya no va a estar, dale tiempo, tiene que volver, lo sabes, impaciente.

Día 3

Estás frustrado, no tienes donde mirar. Sigues sin respirar, igual que el primer día. La cosa no mejora, ahora estás vacío. Sientes como esa pequeña brisa mañanera se convierte, en un feroz huracán, el cual te arrastra y te levanta hasta el cielo infinito. Ahora, que te sientes llevado, el viento cesa haciendo que caigas en picado. Pides que la caída sea rápida, al ser posible poco dolorosa, pero fatídica, que te deje en otro tu mundo. Recuerda bien, eres gafe. Tu caída llega a durar hora, haciendo que se regrabe toda tu vida pasada en tus retinas. Cada metro que caes es como millones de cuchillas afiladas que te rasgan la piel y te desnuda. Ves es suelo, es el final, crees. Rozas el paraíso, pero solamente te has hecho pedazos. Tus huesos se han quebrado como el cristal. El viaje se ha acabado, otro paso más lejos, solamente. Ya no hay más, solo una oscura brisa nocturna. Ella se ha ido, ha avanzado y no te ha esperado, como cada día a la cita. Acabas de perder el conocimiento y tu mente se ha desvanecido.

Día 2.

Amanece. El canto de los pájaros te despierta fuerte. Sigues congelado, sin poder moverte. Esa luz que ayer te serenó hoy te deja histérico. El sol te pega fuerte, intentando culparte de todo lo sucedido. Empiezas a recuperar parte de tu movilidad. Te levantas, poco a poco, te mueves y caminas. Agachas la cabeza, no puedes mirar más que al suelo. La luz te hace daño, te ciega y ruegas que vuelva la oscuridad para que nadie te vea sollozar. Otro tiste día tirado, tirado a la basura, piensas. Tú enfermedad avanza, dejándote sin habla, sin aliento. Temes alejarte más aún y no sabes remediarlo. Tus rodillas y tobillos se quejan, están cansados de caminar, piden tiempo muerto, aún sabiendo que apenas se han movido. La naturaleza no te contesta, no te quiere. Aquella parada que recordabas con ilusión, hoy te está destruyendo. Están tapando el sol, lo quieren para ellas. Nubes que se retuerce, fingen, hacen ver que se enamoran y tú, triste de ti, te quedas a ver como lloran. Intentas disimularlo, estás destrozado, tienes miedo, al contacto. Te tumbas en tu cama improvisada, das vueltas y no hallas la postura para dormirte por que no encuentras las costuras de los sueños que nunca tendrás. Estás en pleno deshielo. Tu corazón se queja. Las luces se apagan, dejas de darle importancia a as nubes, ya nada te interesa. Miras al pasado, ayer estabas a tan solo un paso más. No tienes más ganas por hoy. La buscas, quieres sentirla frente a ti, pero ahora ella se esconde entre nubarrones.

Día 1.

Basura. Así es como te sientes. Pisoteado, humillado, hundido. Acabas de cavar tu propia tumba. Empiezas el día con un error, pero recuerda, eres gafe, y tu experiencia dice que no será el único. Bajas la cabeza y cierras los ojos, no quieres estar aquí. No tienes estufa, tus manos se hiela, tus pómulos parecen autopistas de agua gélida. Dejas de moverte, no tienes fuerzas para dar un paso. Tus piernas flaquean, te caes, de rodillas, susurras tus pocas ganas de vivir. Te levantas y sigues andando mientras tiras todo lo que llevas encima intentando no tener que hacer tanta fuerza  por mantener tu propio peso. Poco a poco te alejas. Cometes el segundo error de tu mustio día, paras y te sientas. Cuentas días, horas, minutos, segundos de vida que te quedan. No tienes tiempo para nada. El frío sube hasta tu cintura, haciendo incapaz movimiento alguno. Levantas la mirada, le miras y le pides que vuelva aún sabiendo que ello es imposible. Estas hambriento pero solo puedes calmarte con vacío. Tu pecho ha sido infectado. Te es difícil respirar y solo consigues ponerte más eufórico. Tus brazos caen al suelo junto con todo tu cuerpo. Empieza a anochecer y  nadie te conoce ni sabe los motivos. Aquel agua gélida solidificó e impide cerrar los ojos cristalizados que devastan tus emociones. Ya es tarde, está oscuro y sientes que al caer, tu cabeza ha sido dañada. No puedes mover órgano alguno. Nada vas a remediar intentándolo, piensas. Solo puedes mirar una luz, triste y fuerte a la vez, la cual ayer estaba llena.

¿Algo merece la pena?

Miedo. Temor. Furor. Esa sensación de ira que te atrapa, se apodera de todo y cada uno de tus pensamientos. Te ciega. Lleno de rencor quieres evadirte, salir corriendo. Quemar esas ganas, esa hiperactividad es en lo único que te centras. Piensas y miras a tu alrededor. No hay nada, estás solo ante el vacío. Esa lucha se intensifica. Comienzas a ignorar. Dejas de hacer caso a la gente, a la lluvia, incluso al viento. Te sientes completamente desnudo. La cólera aumenta progresivamente. Intentas despejarte, comes, gritas, lloras, echas a correr, pero cada vez es mayor. Te hieres, dejas de lado todo lo conseguido. Te rompes, y tu piel irritada por los golpes llora. En un par de horas toda tu vida se ha desmoronado sin motivo alguno. Pero ya no hay vuelta atrás, solo queda una opción fatídica.

Por ti.

¿Sabes cuál es el pronombre personal que debería tener el papel más importante en tu vida y el que primero se nos olvida? Tú.


Muchas veces te dejas en el último lugar y no te das cuenta de que solo tú sabes realmente quien eres, por que tú eres el único que sabe que te activa cuando te despiertas, el que se marca las metas y las cumple, el único que conoce que canciones te hacen querer comerte el mundo, quien disfruta de los pequeños placeres y los pequeños detalles, la única persona que sabe cuando el espejo te dice la verdad y cuando te miente, el que sabe como te sienta hacerte un año más viejo, el que vive los días de lluvia como tristes, como bohemios, quien sabe cuales son las historias que te hacen perder la cabeza, el que conoce el verdadero sabor de tus lágrimas. Tú eres el que soporta el sonido de tu horrible despertador cada vez que te despierta. Tú eres quien tiene la capacidad de decidir que es mejor reírse de los problemas y buscarles soluciones. Tú eres el único capaz de valorar lo que hay en tu vida. Y si, los demás pueden averiguarlo, pero solo tú lo sabes a ciencia cierta, son tus pequeños secretos.


Por estos y por un millón de motivos más deberías estar orgulloso de ti. Por si no te acuerdas, por si no quieres acordarte y por que no hace falta ser el mejor para ser bueno, permite que te lo diga yo, eres increíble. Así que por favor, que se pare el mundo, que este brindis va por ti.


(AnitaBtwice)

Canción del viaje

Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuándo, ya no recuerdo quién.

Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.

Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.

Es así

Conocerte fue lo mejor que me ha pasado desde hace mucho tiempo... Nunca había sentido nada igual por nadie, nunca. Encontré alguien que me supo entender desde un principio. Lo que más me llamo la atención de ti fue tu forma de mirarme desde un principio. No era como la de los demás, era especial, me hacías sonreír cada vez que me mirabas. No fue fácil, pasamos muchas cosas, pero conseguimos estar juntos a pesar de todo ello, y aquí seguimos. Yo no buscaba nada, pero tú apareciste, y me lo diste todo... Tener a alguien que pueda darte todos los días el cariño que tú me das, los abrazos que tú me das, los besos que tú me das, y las ganas de estar a tú lado que tú me das, es lo mejor que puede pasarte.

Considero que mi vida sin ti hubiese sido muchísimo peor. Creo que si tuviese que volver a nacer, y pasar todo lo malo que he vivido, para volver a estar contigo, lo haría... Te he dicho muchas veces que te necesito en mi vida, que sin ti no podría seguir adelante, que eres ya parte de mi, y que no quiero que eso cambie nunca... Sé que no todo ha sido perfecto siempre, pero por lo menos nos hemos dado todos los días un amor del bueno, verdadero, y todos los problemas que hemos tenido los hemos solucionado a base de abrazos... Por eso quiero darte las gracias,  por aparecer en mi vida. Porque cada día a tu lado es mejor que el anterior, porque no hay nadie en el mundo como tú. Porque me da igual lo que opine el resto de la gente, yo solo quiero compartir mi vida contigo hasta que deje de respirar. Por que nunca te voy  a soltar, porque te prometí caminar a tu lado hasta que tú me dejases hacerlo, porque como yo te quiero, no lo ha hecho nunca nadie. Porque si digo que eres perfecta, es porque lo pienso y sé que no voy a encontrar a nadie mejor que tú.

Espero que esto no se acabe nunca. Espero poder seguir levantándome pensando en ti y sonreír al instante mucho tiempo... Espero poder seguir llamándote 'cari' toda mi vida, espero poder estar para las buenas y las malas, como he estado hasta ahora, siempre que lo necesites. No te vayas nunca de mi lado. Prométeme que todo lo malo que venga, lo vamos a solucionar. Prométeme que voy  a seguir diciéndote con voz muy bajita 'Buenos días princesa'. Desearía que fueses para siempre. Porque si así fuese, para siempre sería feliz. Llegaste tan fuerte que cambiaste toda mi vida, todos mis pensamientos, mis formas de verlo todo... Y que se cumpla lo prometido de que nunca vamos a dejarnos caer. Pero que si en algún momento pasa, si caemos, caemos juntos.

Tengo un beso guardado, miles de caricias que están esperando, millones de miradas, palabras vacías que están esperando debajo de mi cama para ser dadas, pero tú no muestras tu cara, ni tus ganas ni tu risa, ni aquella sonrisa que alegra mi vista, ni las ilusiones que creía que tenías con las mías. Tengo poco tiempo, me faltan segundos para darte mi mundo y mis ganas de ser tuyo, de ser único, el único que muerda tus labios, de ser tu príncipe sin espada, ni caballo. No soy un caballero, ni tampoco tengo reino y si soy sincero tampoco soy el más bueno, pero puedo mostrarte que quiero estar dentro de este cuento que te escribo y que no quiero acabar si no es contigo. Mira, soy un tonto que se muere por ti y soy feliz viendo como hueles a mi después de tanto tiempo sin verte por aquí. Quiero que te des cuenta que aunque tú no lo creas yo sigo aquí, luchando por ti. Que tengo todo preparado para hacerte reír. Si no estás aquí yo solo soy un pobre loco que lucha por ti a cada segundo.

Sea lo que sea te veré, que es lo único que quiero.

Soy, he sido y seré siempre lo más estúpido que pueda existir. No me entra en la cabeza la situación de estar sin ti. Esta mañana, cuando me mandaste el audio, se me paró el corazón. Cuando me pedías volver, de esa forma, he visto todo, me he enterado de todo. No creía que pudiese pasar eso, que me muero joder. Ha sido una sensación, la que me ha dado, en el pecho. Esa sensación, nunca la había sentido antes, no se que era. Me he quedado sin poder respirar unos segundos. No podía seguir, me moría, y eso que cuando me dio la cosa esa al corazón me acojone, demasiado,  pero no era como hoy. Esta vez, temía de verdad. Es como cuando me dijeron que debía dejar el balonmano durante un par de años por la rodilla. Bueno, pues eso a lo bestia. Mi vida, si tiene sentido que yo exista es para estar contigo. No puedo ser de otra forma si no es contigo. Ni puedo, ni quiero, ni tengo ganas.

 Esto es todo tan raro... Es que no sé explicarlo, porque nunca antes había estado así, creí que era el amor, pero ahora lo sé. Deseé a otras, pero ninguna era mi musa de mis sueños como tú. Miré a otras, pero no eran más que una ilusión de lo que pensaba perfecto y equivocado estaba de ello, puesto que aún no sabía de ti. Había oído hablar de ti, como se habló de Afrodita en los tiempos del imperio de Atenas, una diosa, elegante, bella y perfecta, que enamoraba.

Me faltó verte, para saber entender las habladurías. Diría que un flechazo, pero no. Te vi, y si, eras bella, no tanto como ahora. Ahora te veo con otros ojos, ojos de necesidad, de amor y de alegría al sentirte a milímetros. Milímetros que entorpecen mi habla, que hacen que me comporte como el reflejo de un niño, recién nacido, al que se le cae la baba, como un bebe que se siente acalorado al abrazo materno, Ese mismo calor que yo siento al comprobar tus curvas con mis dedos y tus labios. Que hacen que pase del frío al calor en cuestión de segundos, cuando me besas lentamente, suavemente, y lloras, al descifrar las palabras que tus lágrimas gritan en silencio.

Conseguí mantener el habla aquella tarde de verano, perfecta, aunque plenamente impura. Fuimos locos que se fijaron el pasión de estar juntos. Esa sensación, de verte llorar, de esas formas, es lo más parecido a lo que mi imaginación puede llegar de alegría. Alegría dolorosa que mata los nervios de sentirte querida y atraída por las ganas de estar entre sábanas. Aquella tarde despejada de gotas inundaron tus mejillas, al igual que la merluza provocada por las inminentes ganas de confesar la flaqueza que destrozó nuestra ternura que se almacenaba durante mas de una anualidad. Esas lágrimas marcaron mi rumbo hacia tu mirada para lograr decidirme en todo lo que debía. Decidí confesar, decidí confiar en ti, en que pudiéramos volver a ser uno. Las lágrimas que un día me dieron fuerzas, hoy me han querido ejecutar. Esa voz corrompida, esa sensación de desierto, esa mirada que me hubiese gustado clavar en mi memoria con un tatuaje, para poder contestarle, que la calma está al caer, que solo cogemos ganas de nosotros. Preciso de tenerte frente a mi y oro lo que no he podido antes. Tengo las ganas justas, para cogerte de la mano, y volar cuál pájaro se tratase para emigrar junto a su bandada. He pasado inviernos fríos, pero ninguno se equipara al de mi delirio. Un delirio que dice estar sin ti, sin ese sol que se agradece que golpe con fuerza. Yo necesito sentirte, tengo las ganas de verte por encima de las de escribirte, quiero rozarte bien y dejarte marca de por vida de mi recuerdo a tu vera. Solo te pido que en ese periodo estemos solos, los dos, y que me desvanezca entre tus caricias. Que el invierno agrada sin es en mi guarida junto a tu presencia. Y si esa nocturna tarde nos dejamos amar supera los impedimentos que los kilómetros crearon en nuestra historia.

Quiero vagar junto a ti. Quiero imaginar un sueño con tu linda imagen para dormir tranquilo. Quiero morder tus dulces cantos de esa boca que tantas noches me ha costado. Quiero vivir a tu lado. Sólo le pido a Dios que me conceda la ocasión de tapar con un parche el caos provocado por la tormenta de anoche que duró hasta la aurora siguiente. Un parche que dure siglos, hasta que la herida sane y la tapemos con besos nuestros de bocas irritadas por la helada brisa. Intento ser potencialmente inmenso, pero si pienso en un universo sin tus ternezas, vuelvo ridículamente enano. Perderte sería absurdo para la vida. Tan absurdo como vivir sin sentido. Por ello, doy gracias a los seres mitológicos griegos de darme un día más. Y gracias a ti, por volverme feliz con simples palabras escritas, o con susurros, o con lo que más aprecio de ti, la forma de quererme tan especial que tienes. He razonado en que si lo quieres intento quedarme o esperar a que vengas. Sea lo que sea te veré, que es lo único que quiero.

Tú, yo, nosotros.

No entiendo la extraña sensación de poder perderte. Siempre que vamos bien consigo hacer cualquier cosa, que por minúscula que sea, lo estropea todo. Siendo lo más idiota, busco una alternativa con la cual alcance acercarme más a ti y dejarnos de simplezas. Porque siendo sincero, no imagino no tenerte. Drogadicción no es comparable con mi necesidad de estar contigo. Puede que cuando nos juntamos no seamos la parte más real de nosotros mismos, pero solos, separados, no somos nadie, o eso es por lo menos lo que a mí me pasa.

Cuando damos un paseo por las tardes de invierno, aunque no logre ver tu cuerpo, solo con tu melena, rizada, golpeada por el viento, chocando contra mi cara, y tus manos buscando un refugio con las mías para no quedar paralizadas por la constante brisa gélida que recorre los pasillos de nuestros labios mientras nos besamos. En esa circunstancia es cuando más busco tenerte cerca, pues cuando tienes frío, no te importa que te arrope con mi calor.

Cuando damos un paseo por las tardes de primavera, mi mente se enfusca en mirar cada centímetro de tu cuerpo, ya que esta la combina con la imagen de una bella flor. Mis manos, agarradas a las tuyas, sudan, y todo mi cuerpo, más bien por el nerviosismo, ansiedad y excitación que siento al estar junto a ti que por el ardor que siento mientras el sol pega fuerte contra mi piel. Tus ojos, color café, se convierten en unas lindas gotas de agua doradas irritadas por la delicadeza del polen.

No entiendo la extraña sensación de tenerte lejos del roce de nuestra piel, mas si ello existe, pierdo el juicio y me vuelvo loco. Solo de pensar en tu pálida piel, la inquietud que ya tenía por saber que en cualquier instante puedo perderte aumenta por segundos hasta el extremo de dejarme embobado completamente sin saber que hacer o decir para arreglar el desbarajuste que se ha creado de la nada. Sigo sin comprender el porqué de esta situación, el porqué de haberme elegido a mí para hacerte feliz aun sabiendo que no soy ni me parezco a algo perfecto. En cambio tú, con esas manos, torpes, que me agarran fuerte, con esa mirada, tan linda, que me entusiasma tanto, tu pelo rizado jugando a robarme la almohada en noches frías, tu cintura, por la cual me desvivo para poder agarrarla... Esa curva preciosa que aparece cuando te narro historias, esa, es la razón por la cual yo sonrío y miro hacia delante, con ganas de volverte a ver, porque me cuenta que pese a todos mis errores te hago realmente feliz, porque sé que JUNTOS SOMOS INVENCIBLES.

Filósofo de tus labios

Vuelvo a la rutina, Vuelvo a tus retinas.
Vuelvo a ser un zombie que va por las esquinas.
Vuelvo a ejercer de alumno de la vida,
recolectando el saber de cada día.

Otra vez los libros, siempre al mismo sitio.
Otra vez tu risa ver por los pasillos.
Caminar... Siempre caminar...

¿Me dejas los apuntes de tu anatomía?
Multipliquemos tu amor y mi alegría.
creo que voy a estudiar, tu morfología.
y la capital que se adentra en tus pupilas.

Quiero ser, filósofo de tus labios.
Quiero ser, un algoritmo imposible, que roza tu piel.
Quiero ser, tu mejor asignatura.
Quiero enseñarte a amarme con locura...

Déjame ser profesor de tus besos.
Déjame ser un alumno de tu cuerpo.
Que quiero aprobar, aunque la verdad,
me gustaría volver a venir para recuperar.

La geografía de tu cuerpo esconde lunares,
que quiero aprenderme como a sumar con decimales,
aunque hable francés, inglés y otras lenguas,
la tuya vida mía, es la que más me tienta.

Fundamos nuestros múltiplos con un blues,
yo con mi guitarra, y tú con tu luz.
Voy a sacar, matrícula de honor en darte amor...

Multipliquemos tu amor y mi alegría,
creo que voy a estudiar, tu morfología,
y la capital que se adentra en tus pupilas.

Quiero ser, filósofo de tus labios.
Quiero ser, un algoritmo imposible, que roza tu piel.
Quiero ser, tu mejor asignatura.
Quiero enseñarte a amarme con locura...

Déjame ser profesor de tus besos.
Déjame ser un alumno de tu cuerpo.
Que quiero aprobar, aunque la verdad,
me gustaría volver a venir para recuperar.

(Paco Pouso)

Poema de la despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.


Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.


Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.


Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

(José Ángel Buesa)