Superhéroe.

Así, sin motivos, gana mi cordura, en desmesura y por las ganas de volver a sentir el oxígeno. Que hace demasiado que no sé si estoy vivo o solo camino para aparentar. Fijándome en el reflejo de un confundido espejo veo que si no hay ganas para andar, igual más vale dar rienda suelta a tus pies y sin controlarlos dejarlos volar. Hasta que ya no sienta ni las piernas, por el frío de sus dedos, de sus manos. aunque pensándolo bien, el frío también quema y hiere, Acabo con heridas hasta donde no puedo imaginar. Tan afiladas sus garras como sus dientes y empiezo a sangrar. A sangrar con herida abierta, hasta que imagino un mundo lleno de color sin sufrimiento. Pero claro, soy un ser humano e imaginar es de sabios.

Sigo paso a paso sin que nadie me pare, aunque ya las fuerzas escasean, y pienso, que si he llegado hasta aquí sin quererlo, quizás tenga algo que ver con el corazón. Tal vez sea mejor abrigarse y no hacer el tonto, que el resfriado está muy caro y no estoy por labor de caerme. Igual no vale tanto la pena sentirme vivo y que sus golpes mientras tanto estén matándome como cada mañana en este frío mes de invierno.

A veces, es mejor escuchar a la razón y saber defenderte que aguantar tantos choques, porque eso de los superhéroes son cosas de ciencia ficción y tebeos, pero mientras soñar sea gratis que más da, así por lo menos soy feliz.

Mi perdición.

Drogas, de las buenas. Un poco de abrazos, sonrisas y buenas risas. Una raya como cogida de la mano y un trozo de mañanas entre sabanas, y el sol dando bandazos con sus lunares amarillos a través de la persiana. Mientras tanto pensando en ti. Yo en mi cama y tú tan lejos, yo tan lejos y tú sin mi cama. Dile a la estrella de la derecha que se le nota, que si te mira de reojo es porque se lo he pedido yo, que no me fío de la noche, que no es la primera vez que me falla, que es muy traicionera. Por su belleza, por su sinceridad y su luz blanca, como su piel, y mis ganas de tenerla encima, perdiéndome, perdiéndose, entre sus labios y su entrepierna. Volviendo loco hasta al más sabio y haciéndome sentir afortunado si me grita.

Y ya es de madrugada y se ha ido,  a saber cuando la vuelvo a ver. Quizás, la próxima vez haya crecido, o esté en medio del sol, no lo sé. Seguramente sea mañana, al anochecer.