Mi perdición.

Drogas, de las buenas. Un poco de abrazos, sonrisas y buenas risas. Una raya como cogida de la mano y un trozo de mañanas entre sabanas, y el sol dando bandazos con sus lunares amarillos a través de la persiana. Mientras tanto pensando en ti. Yo en mi cama y tú tan lejos, yo tan lejos y tú sin mi cama. Dile a la estrella de la derecha que se le nota, que si te mira de reojo es porque se lo he pedido yo, que no me fío de la noche, que no es la primera vez que me falla, que es muy traicionera. Por su belleza, por su sinceridad y su luz blanca, como su piel, y mis ganas de tenerla encima, perdiéndome, perdiéndose, entre sus labios y su entrepierna. Volviendo loco hasta al más sabio y haciéndome sentir afortunado si me grita.

Y ya es de madrugada y se ha ido,  a saber cuando la vuelvo a ver. Quizás, la próxima vez haya crecido, o esté en medio del sol, no lo sé. Seguramente sea mañana, al anochecer.

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