Tus fotos.

Recuerdos rotos. Noches vacías y frías y mi cama en calma y sin terremotos. El más pecadoso desastre, no recordarte, no poder mirarte, ni suspirarte al oído que te quedes. Pero aunque no lo sepas duermo contigo, en mis sueños. Aunque tú no lo sepas, todos los días te miro a los ojos para darte los buenos días, mientras toco tu mejilla.

Hace poco empezó el invierno, no tengo batería, la tele y el ordenador no funcionan y los libros no los leo. Fuera de la ventana todo parece tranquilo pero mi cordura pende de un hilo, hilo de tu tanga tirado por el suelo y mi almohada infestada por tu pelo, el cual no quiere que duerma.

Están por toda mi cama, alegrándome cada madrugada, y las miro, como te miraba a ti. Ya sé que estamos lejos, hace demasiado que no siento tus besos. Yo las miro, las huelo, las toco, tus fotos son mi vida, mi sueño. Aun me duele al recordar tu ceño fruncido como el de un niño. Las luces me molestan pero me da pena no verte.

Miedo.

Me pregunto si esto me cambia y dejo de ser yo. Me pregunto si no soy capaz de mirar a los mismos ojos mientras me levanto. Y, ¿mañana que pasará? Tengo miedo. ¿Qué pensarán si intento hacer lo que yo quiero? Cuando meto la pata, pago; si no lo hago mal, naufrago.

Siento miedo de intentar ser alguien distinto, de quedarme callado frente a mi musa otra vez, de no obedecer mi instinto y no recordar mi niñez. Quedarme en blanco y no poder hablar contigo si no es sobre un folio. No saber si marchar o desaparecer, si remar o caer al puto lago que me han creado de mentiras y engaños. ¿Me habéis visto? Me habéis hundido, entre todos, cada cual a su modo, me hicisteis ver que no existo. Pero sigo oculto y sin importarte, tanto amor que me tenías solo sirvió para llevarme a Marte y desnudarme. Hoy  ya no soy nadie, ni si quiera un amor que no acabó bien y que tampoco se llevó el aire. Y ya no dueles, pero sigues molestando, queda el recuerdo que no es malo si se sabe usar, queda el pensar en si romper el glaciar y tragar orgullo.

¿Y si no salgo? ¿Y si no soy yo? ¿Y si termino solo? ¿Y si todos se van? ¿Y si el "y si" se convierte en algo de verdad? Tal vez no pueda dar más, puede que lo pueda aguantar, pero mientras grito "yo no pude" me tapo los oídos para no creerlo.

Miedo es lo que se apodera de mi. Miedo a no poder volver a ganar. Miedo a seguir el camino del perder y añorar lo perdido. A no saber guiarme y acabar dejándolo todo de lado. Tengo miedo, de que mi gente me diga adiós, de que mi sueño se convierta en otro fracaso, de seguir haciéndole caso al reflejo, de que mi peor yo me dé otro repaso y  corra el riesgo de ser yo mismo, de quedarme callado mientras sus palabras me dan de hostias, miedo de no volver a sentirme vivo.

Pero incluso el miedo tiene miedo de perder. No pierdes el miedo si nunca le plantas cara, y si nunca haces nada, acabará ganando él.

Dile.

No se quién soy, ni a dónde voy, ni si quiera si mi paradero coincidirá algún día con mis metas. Hace seis meses que estoy hundido en la mierda pero a nadie le importa ya. Hace seis meses que mi teléfono no suena, pero si me llama dile que no estoy.

Dile que ya no me sirve de nada este corazón a prueba de balas, si lo que necesito son sus arañazos. Dile que no se me olvida como era antes, de ella. Por más que se marche sigo en la misma parada esperándola, hasta el último momento de la despedida para robarle un beso y seguir buscándola. A parte, tengo dieciocho motivos para salir corriendo, por que sé que hace doscientas madrugadas que ya no te corres entre mis sabanas. 

Dile que no me interesan sus pupilas, ya no tengo lo que mirar al despertar y por eso que todas las noches le quito al reloj las pilas. Dile que me he quedado sin caricias tímidas sobre mi espalda, que la cicatriz todavía sangra por si vuelve, no se enseñarle a este corazón que nunca aprende. Dile que el silencio no es mi única condena, que la guarra de la luna me ha vuelto a dejar solo y justo cuando estaba llena, que siento vergüenza por no saber pedir perdón y decir "te quiero" con la misma fuerza. 

Dile que no he vuelto a ser el mismo desde que quedé preso en los botones de su camisa, que me perdía en todos los rincones de la curva de su sonrisa mientras me buscaba las cosquillas. Todavía sigue abierta mi ventana por si el viento trae de vuelta el ruido de su risa, que he aprendido a ir despacio, todo me sale mal cuando voy con prisa. Dile que mientras rompo nuestras fotos, van rompiéndome sus recuerdos, que mi insomnio es eterno por la culpa del brillo de sus ojos, que el camino de sus piernas hace temblar al invierno. Dile que no soy mejo que antes, que si me quito los parches sigo siendo el mismo chico que temblaba si la tenía delante.

Dile que todas las cartas eran por que estaba triste, que mi piel ya no se viste desde que te fuiste, que solo me sentí libre contigo en tu colchón y tú lo conseguiste. Prometiste tantas cosas como yo, pero la diferencia es que yo sigo prometiéndolas, ¿lo viste? Dile que todo se acabó, que no sufra más, que estoy en casa a mi play. Ven, escúchame bien, dile que nunca hubo algo como ella encima mía, dile que tengo frío todavía y que por eso en mi cama dejo sitio, por si no me olvida. Y que coño importa eso ahora, si soy yo el que va detrás pensando en que algún día vendrás. Dile que solo intento gritar en silencio, para no hacer ruido, no quise hacerle daño. Mejor me quedo leyendo sus huellas que dejó en mi habitación.

No, por favor. Decidle que vuelva, que ya se ha echado el invierno y con él el frío, que quiero recuperar lo que un día fue mío, que quiero perderme entre sus piernas, secar esos locos párpados y volver a creer en el amor, que sigue siendo mi mejor salvavidas.

Por favor, dile que vuelva, a quererme.