Y menudos ojos.

Andando por el Revellín, que frío que hacía y aunque eran las tantas de la noche la fiesta aun seguía. Recuerdo no estar solo y entre la multitud una chica me miró bailando en total plenitud. Con un vaso en la mano, menuda manera de mirar, como movía las caderas y bebía un roncola con suma delicadeza. Yo tratándome de no enamorar a primera vista pensando en el ocaso y el pelo se le movía por culpa de la suave brisa. No sé que me pasó, es tan difícil de explicar, ella con un cigarro en la boca, que forma de fumar. Tras la primera mirada ella marcaba el ritmo, mis ojos los testigos de su estilo de andar y con todo el erotismo se comenzó a desarropar. Mi corazón a doscientos y tan sólo nos separa una acera, estoy tan hipnotizado que no contesto al móvil siquiera. Me quedé observándola, era como Afrodita pero llevada hasta la totalidad, perfecta, radiante, hasta que por fin me atreví a decirle hola. Nunca he sido el mismo después de mirarla a los ojos, tras tocar su piel, quedarme con su olor para mi tan fiel y sin hablar de los sonrojos. Y menudos ojos color miel, o color café, no sé, la luz me cegaba, pero y lo que disfruté mientras la contemplaba. Me cogió a mi y a la copa, uno en cada mano, con un simple roce ya me hacia flotar. A mi me sobraba ropa con cada movimiento tan insano, me dio un beso en la mejilla y se marcho a bailar. Nunca supe su nombre, preferí quedarme con el filo de su cintura que hacía que ella pareciese tan segura. Se fundió entre la gente, quedándose grabada para siempre en mi mente y por eso hoy escribo desde el mismo lugar, con un roncola en la mano, esperando volverla a ver bailar.

La niña del 3.

No sabes como echo de menos quitarte los miedos,
cogerte tan fuerte y sentir las yemas de tus dedos.
 Pensar en aquel hasta luego que en realidad fue un adiós
 y que mi corazón ya no sea de fuego.

Me deprimo si pienso en aquella tarde
y me niego
y miento si digo que no te pienso más,
que al cerrar los ojos sueño con que regresarás,
que vendrás y me dirás que te quedas una tarde a mi lado,
que ojalá colecciones mi ropa en tu armario,
te rías de la foto de mi anuario,
que no vaya por mi lado de solitario
 y que no hace falta un collar deleitando nuestro aniversario.

Y es que no sabes
como duele
no acercarme a ti para ver tu sonrisa,
que tu pelo no me azota la cara por la culpa de la brisa,
que me muerdas el labio mientras tu mano me descamisa.

Quiero decirte lo siento,
pero tengo miedo,
y cuando me atrevo no puedo.
Yo no fui el único malo, lo juro,
 intenté hacerme el duro siempre
siendo un capullo inmaduro,
por crear una historia sin cabeza ni pies
con una niña que tan solo se quedó en el tres.

Intento olvidarte cada vez que me lo pides,
pero pienso en aquellas vidas
que nos prometimos juntos y ahora están perdidas,
destruidas por tantas heridas,
todas ellas de mentiras.

Recuerda el último beso que te prometí
y jamás te dí.
Esa esperanza cada vez que escribía
con el mismo boli
y con el que al final desistí.
Decidí dejar la tinta en otras caderas
que tal vez me quisieran.
Sé que me viste morir
y tú quieta en la otra acera sin dejar de reír.

Cada vez que sonríes
es como cuando me olvidabas,
como cuando cantabas Marea mientras le besabas.
Una puñalada directa al corazón,
sin dolor,
por cualquier perdón dicho antes de tiempo.

Fueron casi dos
pero parecieron casi mil años contigo,
aún intento olvidarme de ti y aquí sigo,
sin algún amigo por los celos
y bendigo los labios que hoy te besen.

Que no se te olvide,
es la penúltima vez que te escribo
y no miento si digo
que es la historia que hoy en día reescribo.

Hambre de ti.

Hambre de ti,
para empezar a comerte
por las mejillas
y seguir por el cuello.
Perderme en tus tetas
y vagar por tu ombligo.
Devorarte las caderas,
morderte las piernas,
agarrarte del culo.
Quedarme en tu entrepierna.

Las ganas me sobran,
de ver como brillas, encima mio.
Dejarte marcado un momento, como un sello.
De tus sonrisas, como mis únicas metas.
De tu manos, como mi mejor abrigo.
De no ver más a tus bragas solteras.
Que las yemas de tus dedos sean más tiernas.
Seguir enganchado a tu muslo
y que esta forma de quererte sea siempre
eterna.