Y menudos ojos.

Andando por el Revellín, que frío que hacía y aunque eran las tantas de la noche la fiesta aun seguía. Recuerdo no estar solo y entre la multitud una chica me miró bailando en total plenitud. Con un vaso en la mano, menuda manera de mirar, como movía las caderas y bebía un roncola con suma delicadeza. Yo tratándome de no enamorar a primera vista pensando en el ocaso y el pelo se le movía por culpa de la suave brisa. No sé que me pasó, es tan difícil de explicar, ella con un cigarro en la boca, que forma de fumar. Tras la primera mirada ella marcaba el ritmo, mis ojos los testigos de su estilo de andar y con todo el erotismo se comenzó a desarropar. Mi corazón a doscientos y tan sólo nos separa una acera, estoy tan hipnotizado que no contesto al móvil siquiera. Me quedé observándola, era como Afrodita pero llevada hasta la totalidad, perfecta, radiante, hasta que por fin me atreví a decirle hola. Nunca he sido el mismo después de mirarla a los ojos, tras tocar su piel, quedarme con su olor para mi tan fiel y sin hablar de los sonrojos. Y menudos ojos color miel, o color café, no sé, la luz me cegaba, pero y lo que disfruté mientras la contemplaba. Me cogió a mi y a la copa, uno en cada mano, con un simple roce ya me hacia flotar. A mi me sobraba ropa con cada movimiento tan insano, me dio un beso en la mejilla y se marcho a bailar. Nunca supe su nombre, preferí quedarme con el filo de su cintura que hacía que ella pareciese tan segura. Se fundió entre la gente, quedándose grabada para siempre en mi mente y por eso hoy escribo desde el mismo lugar, con un roncola en la mano, esperando volverla a ver bailar.

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