Día 5

Estás esperando, vives en un mundo en que solo existe la soledad. Quieres que venga alguien, no sentirte solo, socializarte. Necesitas levantarte y reconstruirte, dejar atrás esa caída. Pero eso conlleva tiempo, acabas de caer, recuerda, tu cuerpo todavía está dañado por ello. Miras a los lado, no hay viento. Vuelves a donde comenzaste todo y haces memoria de como estaba aquello, ahora no es igual, está cambiado. Quieres esforzarte para volver a dejarlo como estaba. Has sido tú quien lo ha cambiado, no sabes como, ni por qué. Vas en la dirección equivocada. Tu vida está delante, no detrás. Pero no quieres ir allí, quieres quedarte mirando cómo fue la caída, antes de ella y después, quieres saber como llegaste hasta esa altura y como te dejaste caer. Quieres volver a vivirla, por el simple hecho de estar allí, tan cerca de rozar el cielo. Se hace tarde y sigues sentado, contemplando esa escena una y mil veces más. Acabas aburriéndote, te tumbas y cierras los ojos, respiras profundamente. Agarrado a la imaginación dejas de mirar al cielo, sabes que ella no estará ahí, pero la rezas igual, cual Dios se tratase. Pides un deseo, solo uno, el cual se ha convertido en secreto entre tu almohada de piedra y tú.

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