Tú, yo, nosotros.

No entiendo la extraña sensación de poder perderte. Siempre que vamos bien consigo hacer cualquier cosa, que por minúscula que sea, lo estropea todo. Siendo lo más idiota, busco una alternativa con la cual alcance acercarme más a ti y dejarnos de simplezas. Porque siendo sincero, no imagino no tenerte. Drogadicción no es comparable con mi necesidad de estar contigo. Puede que cuando nos juntamos no seamos la parte más real de nosotros mismos, pero solos, separados, no somos nadie, o eso es por lo menos lo que a mí me pasa.

Cuando damos un paseo por las tardes de invierno, aunque no logre ver tu cuerpo, solo con tu melena, rizada, golpeada por el viento, chocando contra mi cara, y tus manos buscando un refugio con las mías para no quedar paralizadas por la constante brisa gélida que recorre los pasillos de nuestros labios mientras nos besamos. En esa circunstancia es cuando más busco tenerte cerca, pues cuando tienes frío, no te importa que te arrope con mi calor.

Cuando damos un paseo por las tardes de primavera, mi mente se enfusca en mirar cada centímetro de tu cuerpo, ya que esta la combina con la imagen de una bella flor. Mis manos, agarradas a las tuyas, sudan, y todo mi cuerpo, más bien por el nerviosismo, ansiedad y excitación que siento al estar junto a ti que por el ardor que siento mientras el sol pega fuerte contra mi piel. Tus ojos, color café, se convierten en unas lindas gotas de agua doradas irritadas por la delicadeza del polen.

No entiendo la extraña sensación de tenerte lejos del roce de nuestra piel, mas si ello existe, pierdo el juicio y me vuelvo loco. Solo de pensar en tu pálida piel, la inquietud que ya tenía por saber que en cualquier instante puedo perderte aumenta por segundos hasta el extremo de dejarme embobado completamente sin saber que hacer o decir para arreglar el desbarajuste que se ha creado de la nada. Sigo sin comprender el porqué de esta situación, el porqué de haberme elegido a mí para hacerte feliz aun sabiendo que no soy ni me parezco a algo perfecto. En cambio tú, con esas manos, torpes, que me agarran fuerte, con esa mirada, tan linda, que me entusiasma tanto, tu pelo rizado jugando a robarme la almohada en noches frías, tu cintura, por la cual me desvivo para poder agarrarla... Esa curva preciosa que aparece cuando te narro historias, esa, es la razón por la cual yo sonrío y miro hacia delante, con ganas de volverte a ver, porque me cuenta que pese a todos mis errores te hago realmente feliz, porque sé que JUNTOS SOMOS INVENCIBLES.

No hay comentarios:

Publicar un comentario