Un tequila por cada duda.

Las pequeñas cosas son las que marcan, las que enamoran y dejan cicatriz. Que ni el agua salada del mar, ni su archienemigo el tiempo saben curar. La cirugía no lo comprende y el olvido se hace el sordo.

¿El problema? El problema soy yo, como siempre, intento no pensarlo, pero todas las mañanas la misma historia. Poner aleatoria la lista de reproducción aún a sabiendas que tengo mala suerte y que por el alcohol te voy a recordar. Me cago en la puta, el whisky sabe a ti, el ron me repite tu mirada y confundo el tequila con tus 'te quiero'.

No todo se queda ahí. Cuando llega el invierno cambia todo de color menos tus ojos, y el puto café que sigue haciendo efecto después de más de 300 noches. Aquel veintisiete se quedó escrito en mi cama, haciéndome sentir culpable cada noche con cada borrachera de anís. Esos sentimientos entrelazados escondidos en el olor que dejaste en mi cuarto. Pensar que lo más bonito eran mis ganas de morirme por tu espalda tras la pantalla, ver el amanecer a riendas de una canción y lograr escucharte hasta la madrugada. No me lo tomes en cuenta, tengo la sonrisa magullada después de tantas batallas.

No te olvides de mi, que ya no estés no significa que no quiera volverte a ver. Cuando sea más fuerte iré a por ti, estaré sereno y no habrá orgullo suficiente que nos separe. Es cierto, nunca te dije la verdad, pero tampoco fui consciente de conocerla.

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