Hagamos un trato.

Dame tus mañanas, el permiso de residencia en tu cama, dame tus desayunos y permíteme cambiarlos por ti. Alimenta mis ganas con besos, hazme volar en tus aviones, llévame a tus nubes y dejémonos caer. Sé mis días, mis tardes, mis noches, pero sobre todo mis noches. Mis estrellas, mi universo, mis creencias, mis inquebrantables, mi caos, mi armonía y lo que te de la gana. Mi cosmos. Mi conjunto de locuras, de impensables, de imposibles. Respeta mis manías y añade unas cuantas más (como besarte cada viernes a las tres y treinta y tres). Despiértame cuando quieras, para lo que quieras, y no me dejes dormir demasiado, porque no quiero perder tiempo de verte. Cuídanos más que a nada.

Yo a cambio prometo darte todo lo que soy y todo lo que tengo. Te daré mis tardes en bicicleta, mis noches de no querer dormir, mis mañanas de hiperactividad y las de “no me saques de tus sábanas”. Te regalo sonrisas, mis besos en los malos momentos y en todos los demás. Te llevas mis idas de cabeza, mi torpeza, las ganas que le pongo a todo. La comida poco hecha o demasiado, con ingredientes olvidados, te llevas mis perdones y mis “hay palomitas, ¿cenamos?”. Prometo ser la mejor guerrera de toda la legión, luchar por ti hasta sangrar. Mis películas, mis sorpresas, mis ganas de bailar aunque lo haga fatal. Te llevas mi piano, mis escritos de madrugada, mis fotogramas, mis juegos, mis travesuras, mis susurros. Te prometo mis "te quiero" de verdad, mis besos en tu mejilla, mis manos frías en tu espalda. Todo, absolutamente todo.

Así que dime... ¿Hay trato?

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